domingo, 9 de julio de 2017

Dios nos ama con un amor exclusivo, pero no excluyente

 ¿Como nos ama Dios?.
Dios nos ama con un amor exclusivo, pero no excluyente
Todo lo que podamos decir nunca agotará el misterio de un amor que supera todo cuanto podamos pensar o imaginar, conocer o experimentar, tal como lo describe San Pablo (Efesios 3,18-19). Cuanto más grande es un amor, tanto más personal y exclusivo se manifiesta. Desde pequeños le preguntamos  a los demás “¿A quién quieres más?”, como buscando a tientas un amor que nos prefiera más, que nos quiera de modo original y no se repita con otros. Tenemos sed de un amor profundamente exclusivo. La buena noticia es que fuimos hechos para un amor así, y ese amor existe: el amor de Dios es el más exclusivo de los amores.
Pero ¿qué significa esto?, ¿excluye a otros? No. Sencillamente que cuanto más grande y verdadero es un amor, se hace singular, irrepetible, único e insustituible. Y aunque hablamos análogamente de Dios desde nuestras experiencias del amor humano, porque no podríamos expresarlo de otro modo; no podemos olvidar que Dios nos ha hablado de su amor a través de imágenes profundamente humanas y comprensibles. La imagen bíblica del amor de Dios por cada uno de nosotros siempre ha sido expresada en el más personal e insustituible: el amor de noviazgo y matrimonio, como aparece en el Cantar de los Cantares y en los profetas. Y plenamente ha manifestado su amor en el rostro humano de Jesús, con un amor que lo ha dado todo sin reservarse nada, hasta el escándalo de la cruz.
“El amor esponsal es un amor de deseo y elección. Por ello ¡si es verdad que el hombre desea a Dios, es verdad también, misteriosamente, lo contrario, es decir, que Dios desea al hombre, que quiere y estima su amor, que se alegra por él como se alegra el esposo por la esposa (Is 62,5)!” ¿Nos hemos imaginado alguna vez que somos deseados por Dios? ¡Y es verdad! Como nos ama más a nosotros que nosotros a él, nos desea mucho más de lo que nosotros lo deseamos.
Karl Rahner escribió al respecto: “Cuando el ser que ama es Dios, y cuando este amor divino, don sobrenatural que Dios hace de sí mismo, alcanza la medida absoluta, por encima de todas las supervaloraciones posibles… el amor no podría ser más singular, único en cada caso… Dios ha de amar a cada uno con un amor único, con un amor cuya singularidad es fundamentalmente original”.  Podríamos decir que si tú no existieras, a nadie amaría Dios como te ama a ti.
Dios no se da de modo global “a la humanidad” en general, sino que hace su entrega total y gratuita de sí mismo a cada ser humano en singular. Y continúa Rahner: “El acto por el que Dios se da a sí mismo en herencia a cada hombre singular, es la maravilla que toma cada vez vías nuevas e imprevisibles y que tiene un carácter siempre y constantemente único, el de un amor sobre-personal, de una esencia radical y única que es propia de Dios…, entonces el que es objeto de tal amor es, por el mero hecho de este amor, con toda verdad, un ser absolutamente único. Es pues, muy cierto que Dios ha llamado a cada uno por su nombre”. Ama a cada ser humano al 100%, como si no existiera nadie más a quién amar. ¡Así deberíamos imaginarlo! Y al mismo tiempo, al mirar al prójimo, de solo pensar cuánto le ama Dios, seguro amaríamos mucho más a nuestros hermanos.
Un amor de aceptación
¡Cuántas veces se nos ha dicho que es importante amar a Dios…! Y es verdad. Pero mucho más importante es que Dios nos ama a nosotros. Lo realmente difícil es aceptar -creer- este amor para mí, porque es reconocer que soy aceptado totalmente así como soy y que ese amor por mí no va a cambiar, ni va a desaparecer, ni a retroceder, ni me abandonará.
En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó primero” (1 Jn. 4,10). Este es el cimiento de la fe cristiana y la certeza más profunda del Evangelio.
“En el amor nosotros estamos divididos y esto nos dificulta comprender el amor de Dios. Nosotros o queremos mucho una persona, o lo normal, o muy poco. Si pensamos que Dios es una persona que puede dividir su amor, no estamos pensando en Dios, sino en nosotros mismos. Dios es perfectamente uno y no divide su amor.
Nosotros sentimos amor, pero Dios es amor. Su amor no es una actividad. Es su ser completo. Si al menos captáramos una mínima noción de lo que esto significa, comprenderíamos que Dios no podría dar el 100% de su amor a su Hijo y luego el 70% a nosotros. Si pudiera hacerlo no sería Dios. Cuando leemos los diálogos de santa Catalina de Siena, nos da la impresión de que Dios no tiene nada más que hacer excepto ocupar su tiempo con ella. Y es así. Toda la atención de Dios está en Catalina y en cada uno de nosotros”.
(Tomado de Aleteia.  https://es.aleteia.org/2015/12/25/dios-nos-ama-a-todos-por-igual )

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