viernes, 4 de noviembre de 2011

Primer grado de oración. El símbolo del huerto y el agua. Consejos prácticos para principiantes (Cap. 11)

Abre el capítulo con un breve preámbulo, en que trata de trasvasar al principiante sus propias convicciones. Le dice que inicia una tarea seria. No una práctica más. La oración es algo que empeña la vida del orante. Con exigencias y consecuencias especia­les. De ahí las primeras consignas, pocas pero fuertes:


a/ Quien emprende el camino de oración, comienza a ser "siervo del amor". Lo cual no es una servidumbre sino una alta dignidad. Es la primera consigna, primeras palabras del tratado: "ser siervos del amor ... es una dignidad tan grande, que me regalo extrañamente en pensar en ella". Que el principiante sea consciente de apuntar alto.

b/ Pero a la vez es un empeño serio. La oración le va a exigir la entrega de sí a Dios. Se lo dice ella en una de sus oraciones exclama­tivas, hablando a Dios en presencia del principiante: "Oh Señor de mi alma y bien mío. ¿Por qué no quisisteis que en determinándose un alma a amaros..., luego gozase de subir a tener este amor perfecto?" Y ella misma se responde: "Porque no queremos nosotros... Somos tan caros y tan tardíos en darnos del todo a Dios..." Es una cura pre­ventiva contra el fácil espejismo de las prisas y las metas de logro fácil. El camino de la oración irá vertebrando la vida entera.

c/ Más en concreto, el orante tiene que cuidar a fondo la vida de cada día. De suerte que la oración no sea un punto aparte. Sino que haya coherencia entre ella y lo vivido. Y reaflora ahí la típica terna ascética teresiana: la ascesis de la honra, de la hacienda y de las comodidades superfluas. En positivo, importancia absoluta de asumir la cruz de Cristo.

d/ Y sigue la consigna fundamental, de la "determinada determinación". La desarrolla luego.

Esquema:

Ø nn. 1-5: Consignas al principiante

Ø nn. 6-8: La "comparación del huerto y el agua": el huerto es el alma o el orante mismo; el agua es la oración, la gracia, la vida

Ø nn. 9-17: Primer grado de oración: meditación, sequedades, lucha...; y primera serie de consignas prácticas




"Determinarse" es la consigna clave. Punto de partida para el principiante. A su vez, la opción radical por la oración confiere robustez y tem­ple a la voluntad. Desde el comienzo, el orante se hace persona de firme contextura. La oración tiene que ser una forja de la personalidad.


El símil del huerto es el núcleo argumental del capítulo. Clave doc­trinal de todo el tratado de los grados de oración. A la vez, auténtico primor literario, pedagógico y místico. Para la vida del huerto, el factor decisivo es el riego. El agua de rie­go es la oración. Y la oración es, a su vez, el mejor exponente de la relación con Dios. Hasta el extremo de que "sin agua..., perderse ha" el huerto. (n. 8).


Primeros pasos en la oración: "Los que comienzan a tener oración podemos decir son los que sacan el agua del pozo, que es muy a su trabajo" (n. 9). Su oración consistirá en el "trabajo" de pensar y amar. "En soledad y apartamiento". Recogiendo los sentidos, para "tratar a solas con Dios".


ORACIÓN

Haced vos, Señor, lo que quisiereis.
No os ofenda yo. No se pierdan las virtudes,
si alguna me habéis ya dado por sola vuestra bondad.
Padecer quiero, Señor, pues Vos padecisteis.
Cúmplase en mí de todas maneras
vuestra voluntad.
Y no plega a Vuestra Majestad
que cosa de tanto precio como vuestro amor
se dé a gente que os sirve sólo por gustos.
(Esquemas del Libro de la Vida, ed. de Tomás Álvarez. Monte Carmelo Burgos 2004)

Lección de oración para nosotros hoy

El camino de la oración dura lo que dura la vida. El orante tiene que cuidar la vida de cada día, la calidad de lo que hace y el cómo lo realiza. Coherencia entre la vida y la oración.

Asumir la cruz de Cristo como parte de la vida. Sentirse pobre para no codiciar, ni andar con afán en las tareas.

Determinación, ánimo. La oración llega a los otros; convicción apostólica de que nuestra oración no es intimista sino que es eclesial. El que es amigo de Dios lleva a la gente consigo, no va en solitario. La oración lleva consigo esfuerzo, ejercitarse en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Teresa ilumina este camino con la parábola de regar el huerto. El primer grado corresponde al principiante cuya actitud de fondo es la fortaleza y determinación. Trabajo de pensar y amar. Soledad e intimidad con el Señor. Recoger los sentidos. Deseo de integración personal, de interiorización. El ser humano tiene una energía dirigida hacia la extroversión, a derramarse en múltiples cosas. En este comienzo del camino de la oración, el orante tiene el trabajo de pensar la propia vida en clave de salvación, su historia de amor. Enhebrar los tramos de la propia vida y contarlo en un relato de fe. Ahondar en la vida de Cristo. Aceptar los sinsabores. No querer resultados inmediatos de eficacia. Acoger el sentimiento de repugnancia y desgana para comenzar este camino. Cuando faltan los pensamientos crece la voluntad. Percibir el camino en Cristo, recorrerlo en su compañía.

Sin volver atrás. Con alegría. Con resolución práctica decir: este tiempo es para la oración. La voluntad no es la fantasía. Lo determinante es que decido dar a Dios, gratuitamente, este tiempo de la oración. Me repito: este tiempo es para El, para aprender a convivir con el Señor.

Libertad y determinación. Fortaleza para no atemorizarse ante las dificultades. Conciencia abierta a Dios. Espacios propios para Dios. Integrar las relaciones en ente trato con Dios.

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