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sábado, 23 de diciembre de 2017

Lectura del Domingo IV de Adviento 24 de diciembre 2017

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Caminar desde Cristo.: Lectura del Domingo IV de Adviento 24 de diciembre...:
En la escena de la Anunciación se pone la última piedra de la casa prometida por Dios a David. Se pone, a su vez, la primera piedra del verdadero templo de Dios entre los hombres. El cielo se acerca a la tierra. La tierra escogida para levantar este santuario es María, una joven desconocida de Nazaret, un pueblo insignificante. Ahora las promesas hechas a David se cumplen: "El Señor Dios le dará el trono de David, su padre... y su reino no tendrá fin". Al oír las palabras del ángel María “se turbó..."
Hay en ella pues, una primera reacción de desconcierto. En María, la esclava del Señor, tenemos una verdadera creyente. Al sentirse favorecida del Altísimo, no le responde que la deje pensar más despacio a fin de calcular mejor los riesgos. María reproduce el gesto de Abraham, padre de los creyentes, cuando deja su patria para irse hacia lo desconocido. La persona de fe se confía en Dios como el bebé en su madre. María-madre es a la vez María-niña, que no pone objeciones. Es la entrega sin buscar recompensa, la servidora a cualquier riesgo. María cierra la escena con unas palabras que son paradigma de la actitud del creyente: disponerse confiadamente a ser instrumento de la acción de Dios: “Hágase en mí según tu palabra”

viernes, 23 de diciembre de 2016

Hermanos, alegraos, haced fiesta y celebrad la mejor NOTICIA de toda la historia de la humanidad.


P R E G Ó N   DE   N A V I D A D
Os anunciamos, hermanos, una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo;
escuchadla con corazón gozoso:

Habían pasado miles y miles de años
desde que, al principio,
Dios creó el cielo y la tierra
y, asignándoles un progreso continuo
a través de los tiempos,
quiso que las aguas produjeran
un pulular de vivientes
y pájaros que volaran sobre la tierra.

Miles y miles de años,
desde el momento en que Dios quiso
que apareciera en la tierra el hombre,
hecho a su imagen y semejanza,
para que dominara las maravillas del mundo
y, al contemplar la grandeza de la creación,
alabara en todo momento al Creador.

Miles y miles de años,
durante los cuales los pensamientos del hombre,
inclinados siempre al mal,
llenaron el mundo de pecado
hasta tal punto que Dios decidió purificarlo,
con las aguas torrenciales del diluvio.

Hacía unos 2.000 años que Abraham,
el padre de nuestra fe,
obediente a la voz de Dios,
se dirigió hacia una tierra desconocida
para dar origen al pueblo elegido.

Hacía unos 1.250 años que Moisés
hizo pasar a pie enjuto por el Mar Rojo
a los hijos de Abraham,
para que aquel pueblo,
liberado de la esclavitud del Faraón,
fuera imagen de la familia de los bautizados.

Hacía unos 1.000 años que David,
un sencillo pastor
que guardaba los rebaños de su padre Jesé,
fue ungido por el profeta Samuel,
como el gran rey de Israel.

Hacía unos 700 años que Israel,
que había reincidido continuamente
en las infidelidades de sus padres
y por no hacer caso de los mensajeros
que Dios le enviaba,
fue deportado por los caldeos a Babilonia;
fue entonces,
en medio de los sufrimientos del destierro,
cuando aprendió a esperar un Salvador
que lo librara de su esclavitud,
y a desear aquel Mesías
que los profetas le habían anunciado,
y que había de instaurar un nuevo orden
de paz y de justicia, de amor y de libertad.

Finalmente, durante la olimpíada 94,
el año 752 de la fundación de Roma,
el año 14 del reinado del emperador Augusto,
cuando en el mundo entero
reinaba una paz universal,
hace 2000 años,
en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel,
ocupado entonces por los romanos,
en un pesebre,
porque no tenía sitio en la posada,
de María virgen, esposa de José,
de la casa y familia de David,
nació Jesús,
Dios eterno,
Hijo del Eterno Padre,
y hombre verdadero,
llamado Mesías y Cristo,
que es el Salvador
que los hombres esperaban.

El es la Palabra que ilumina a todo hombre;
por él fueron creadas al principio todas las cosas;
él, que es el camino, la verdad y la vida,
ha acampado, pues, entre nosotros.

Nosotros, los que creemos en él,
nos hemos reunido hoy,
o mejor dicho, Dios nos ha reunido,
para celebrar con alegría
la solemnidad de Navidad,
y proclamar nuestra fe en Cristo,
Salvador del mundo.

Hermanos, alegraos, haced fiesta
y celebrad la mejor NOTICIA
de toda la historia de la humanidad.