«En el santo bautismo serán borrados vuestros
pecados, pero quedarán en su vigor vuestras concupiscencias, con que habéis de pelear después de recibir la gracia regenera rizadora. Sigue, pues, el combate dentro de vosotros mismos. No temáis a ningún enemigo externo; véncete a ti mismo, y el mundo será vencido. ¿Qué
pecados, pero quedarán en su vigor vuestras concupiscencias, con que habéis de pelear después de recibir la gracia regenera rizadora. Sigue, pues, el combate dentro de vosotros mismos. No temáis a ningún enemigo externo; véncete a ti mismo, y el mundo será vencido. ¿Qué
te puede hacer un tentador
desde fuera, sea el diablo o algún ministro suyo? Te propone, por ejemplo,
el disfrute de una hermosa mujer; tú interiormente sé casto, y quedará
vencida toda torpeza. Para que no te cautive con la hermosura de una mujer
ajena, lucha interiormente con la libido. No ves al enemigo, pero sientes
la fuerza de tu deseo; no ves al diablo, pero sí lo que te atrae y deleita.
Vence lo que sientes en tu interior: Combate, combate sin tregua. Tu Juez
te dio la gracia de renacer, te ha puesto en una prueba y te propone la
corona» (S. Agustín. Sermo 57,9: PL 38,391),
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