domingo, 11 de junio de 2023

Comentario a las lecturas de la Solemnidad del Sagrado Cuerpo y Sangre de Cristo. 11 de junio 2023

Caminar desde Cristo.: Comentario a las lecturas de la Solemnidad del Sa...

Los frutos de acercarse piadosamente a recibir la Eucaristía son abundantísimos: se ilumina la inteligencia, se inflama el alma, se fomenta el amor, cobran vida los sentimientos, se acrecientan los dones, se purifica el espíritu, se multiplican las gracias y las virtudes y, en fin, se pone participativamente con él la plenitud de todos los bienes espirituales". (Santo Tomás de Villanueva. Solemnidad del Corpus Christi).

La Eucaristía es la celebración de la vida, y así la comunidad cristiana que se congrega para celebrarla se acerca a un Dios próximo y lleno de amor y recibe la seguridad de sentirse amada, perdonada, purificada y feliz.

La comunión sólo es auténtica cuando no se privatiza y se apropia, cuando comulgar con Cristo significa también comulgar con los hermanos, más aún, con todos los hombres: recibimos un cuerpo que se entrega por nosotros y por todos los hombres. El que comulga se compromete con Cristo y con los que son de Cristo, como un solo hombre, en el sacrificio de Cristo, en la salvación del mundo.

La comunión no es solo  signo de fraternidad. La comunión también es para vivir como hijos de Dios, como él vivió. Que la realidad de nuestra vida esté muy lejos de este ideal, no nos autoriza a desfigurar lo que la Eucaristía es.

Al comulgar, afirmamos nuestra fe y nuestra esperanza en que es posible y queremos seguir el camino de Jesucristo, aunque de hecho nos quedemos a medio camino. Pero lo más importante no es si nosotros lo hacemos y queremos, sino que Dios lo quiere. El hecho fundamental, por tanto, es que Dios se nos da como alimento por Jesucristo. Sólo aceptando que esto es el hecho primero y fundamental, podemos entender qué significa que la Eucaristía es también para nosotros un "compromiso". O dicho de otro modo: que nosotros al comulgar nos comprometemos porque nos incorporamos a una corriente de vida. Comulgar obliga a una opción: la de seguir el camino de amor de Jesucristo. Pero no como una iniciativa nuestra sino como una respuesta al Amor de Dios.

Es  una cuestión de coherencia, de ser consecuentes con lo que hacemos. Es lo que hemos leído en la carta de san Pablo: ¿cómo comulgar con Cristo y no amar? El comulgar con el cuerpo de Cristo juzga nuestra vida, la impulsa a mayor amor.

La mejor acción de gracias que podemos hacer es repetirnos simplemente estas palabras: he comulgado en el Amor de Dios. Y que estas palabras juzguen, iluminen, alimenten, vivifiquen nuestro camino de cada día.

 

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