Dios da a todos y cada uno de nosotros una vocación común: la vocación a la santidad.
De la llamada a la santidad nos dice el papa Francisco ".. la santidad no es algo que nos procuramos nosotros, que obtenemos nosotros con nuestras cualidades y nuestras capacidades. La santidad es un don, es el don que nos da el Señor Jesús, cuando nos toma con sí y nos reviste de sí mismo, nos hace como Él. En la Carta a los Efesios, el apóstol Pablo afirma que "Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla (Ef 5,25-26). Por esto, de verdad la santidad es el rostro más bello de la Iglesia, es el rostro más bello: es descubrirse en comunión con Dios, en la plenitud de su vida y de su amor. Se entiende, por lo tanto, que la santidad no es una prerrogativa solamente de algunos: la santidad es un don que es ofrecido a todos, nadie está excluido, por lo cual, constituye el carácter distintivo de todo cristiano." (Papa Francisco. Audiencia general . 19 de Noviembre de 2014 ).
Esta vocación común a todas las personas debe realizarla después cada uno mediante el cumplimiento concreto de las vocaciones temporales que también nos da el Señor.
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