La cuaresma, como camino que conduce hacia la Pascua, pretende con medios tan esenciales como sencillos (oración, austeridad o caridad) revestirnos de un espíritu que nos lleve a celebrar intensamente y en verdad la Semana Santa.
En este tercer domingo de la cuaresma seamos conscientes de un gran peligro que nos acecha: no somos ya nosotros los mercaderes en nuestro propio templo. Es ya, la sociedad que nos rodea, la que intenta invadir y torpedear los atrios de cada persona, de cada familia y de la moral colectiva con sus propias pretensiones resumidas en una frase: ¡Todo vale! Y, eso, no es bueno.
Meditemos lo que hoy se nos ha proclamado desde la Palabra de Dios.
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