Los autores espirituales clásicos dedicaron muchísimas páginas a combatir la soberbia y a
alimentar el deseo de la sencillez y de la humildad en los cristianos. De eso hace mucho, y seguro que los tiempos nos reclaman una nueva insistencia aquí Recobrarse uno mismo en la humildad es el mejor servicio que podemos hacernos, es abrir la puerta principal al Espíritu, ese Espíritu que huye de lo "sabios" y es amigo de los pobres y sencillos de corazón, de los que aman rectitud y aborrecen la tortuosidad y el engaño sistemático e interesado.
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