lunes, 18 de julio de 2016

Es el Espíritu Santo de Cristo el que nos ayuda a discennir los caminos de santidad.


Obedecer solo la letra de la ley no nos lleva a ninguna parte, no realmente. Para progresar espiritualmente, debemos entender y obedecer al espíritu de la ley.

Para  encontrar el espíritu de la ley, necesitamos una relación personal con el Espíritu de Dios. El Espíritu Santo no es alguna fuerza esotérica, intangible, sino un amigo, un guía, un maestro, un consolador y un incentivador en el viaje de vivir santamente.

Es el Espíritu Santo de Cristo el que nos ayuda a decidir qué hacer con las inclinaciones naturales dentro de nosotros que nos tientan a ceder a los malos pensamientos, fornicación, robo, asesinato, adulterio, avaricia, malicia, engaño,
libertinaje, envidia, blasfemia, arrogancia y estupidez que Jesús dijo que es lo que nos corrompe.
Todos estamos llamados a ser santos. Aquí, ahora, en nuestras experiencias diarias. Santo es todo aquel que quiere pasar la eternidad con Cristo en el cielo. Eres Santo si quieres imitar a Cristo hoy mejor de lo que lo pudiste hacer ayer. Debido a esto, trabajas para purificar tu corazón para que lo que salga de ti sea la bondad de Dios.

Un santo canonizado es un santo, viviendo en el cielo, que la iglesia proclama oficialmente como un modelo a seguir para el resto de nosotros. No son canonizados solamente para que podamos buscar su ayuda cuando necesitamos apoyo adicional en la oración. Se nos dan a nosotros como apoyo espiritual para enseñarnos a vivir como Cristo.

¿Qué te está reteniendo de tu santidad hoy? Para crecer en la santidad, primero debemos identificar lo que es impuro dentro de nosotros y buscar la ayuda sobrenatural de Dios para superarlo a través de la gracia especial proporcionada en el Sacramento de la Reconciliación y en la Misa. Entonces, tenemos que trabajar conscientemente para resistir nuevas tentaciones  que hacen el corazón impuro.
El camino de Cristo no es fácil. En el momento que nos sentimos contentos con lo que ya hemos mejorado, es cuando empezamos a deslizarnos hacia atrás, porque tal satisfacción es arrogancia. Sin embargo, es bueno apreciar cuánto nos ha ayudado el Señor a mejorar. Esto le da gloria a Dios y nos mueve hacia adelante incluso mientras estamos quietos y descansamos por un momento.

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