.En esa noche, los ángeles interrumpieron e interrumpen el sueño de los mortales. Algunos, como los contemporáneos del Niño Jesús, no se percatarán de su nacimiento
Otros, cerrando sus corazones, serán reflejo de aquellas otras posadas que dijeron ¡no! al paso de la Familia Sagrada
Y, otros más, entretenidos en sus cosas, en su mundo y mirando a otra parte…serán incapaces de descubrir, ver y seguir el destello de una estrella que conduce hasta el Dios Humanado.
Puede que, como los pastores, también nosotros veamos unos simples pañales, un austero portal.
Puede que, como los pastores, nuestros ojos no descubran nada extraordinario. Pero, es que en esa aparente invisibilidad del señorío de Dios, está la dignidad de su pobreza y la pobreza en su grandeza. Sólo, con un corazón sobrecogido por el misterio, podremos ver el prodigio que está contenido en un mísero establo. Nunca, tanta riqueza, se hizo tan gran mendigo para solicitar del hombre eso: cariño, amor, ternura, asombro, respeto, adoración y fe.
Posiblemente hemos de recurrir a la ayuda. Acudir, como hacen los niños, a nuestra madre la Virgen María e implorarle con humildad y sencillez que, como los pastores, también nosotros vayamos presurosos a Belén y contemplemos con asombro y alegría a ese Niño recién nacido.
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