La primera lectura procede el capitulo 36 del Libro de las Crónicas. En ella se nos dice que Dios elegirá a quien Él quiera para llevar a cabo cualquier misión. Traicionado por los dirigentes del pueblo judío, del pueblo elegido, el Señor va a ungir a un rey extranjero para que purifique al pueblo de Israel. Nadie tiene la exclusiva del favor de Dios. Tengámoslo en cuenta.
El salmo 137 narra una escena de los desterrados judíos en Babilonia. Allí sus captores pretenden que les diviertan con cantos sagrados y ellos se rebelan. El salmo está en sintonía con la primera lectura y marca el deseo de volver a Jerusalén. Nosotros los cristianos siempre anhelamos la llegada de esa otra Jerusalén, la que un día, brillante y luminosa, bajará del cielo.
La segunda lectura de San Pablo en la Carta de los Efesiosde plantea un tema capital para la vida de los cristianos y que no es otra cosa que ese “renacimiento” por la vida por el efecto de la gracia de Jesucristo. El agua del bautismo tiene que llegar a nuestras mentes e iniciar la nueva vida que Jesús nos pide a todos.
El Evangelio de San Juan nos acerca a la escena del Gólgota. Jesús dice a Nicodemo que cuando el Hijo del Hombre sea elevado todos pondrán su vida en Él. Utiliza el símil de la serpiente de bronce que Moisés elevó para librar al pueblo judío del veneno.
La Semana Santa se acerca y el Misterio de la Cruz se abre ya cerca de nosotros.
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