la venida del Hijo del
Hombre no será un diluvio devastador, sino una lluvia pacífica y fecunda. Lo
que pasa es que no avisa. Y la gente ni está preparada ni se da cuenta. Los
grandes acontecimientos no suelen anunciarse al son de trompetas. El ladrón
tampoco avisa, ni la muerte, ni los cambios culturales, ni las reformas
religiosas. Cuando nos damos cuenta, están ahí.
Pues de eso se trata, de darse cuenta. No es que hayamos de vivir temerosos, como si en cualquier esquina nos alcanzara la goma-2 asesina o la navaja ladrona. Temerosos no, porque es falta de fe; pero tampoco inconscientes o dormidos. La consigna es «vigilad». Vigilad porque el Hijo del Hombre viene en cada momento; porque la verdad y la justicia necesitan ser defendidas en cada instante; porque la solidaridad, como el amor, no descansa; porque la libertad hay que ejercitarla en cada hora. Vigilad, para que no os perdáis la gracia del encuentro.
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