Caminar desde Cristo.: Lecturas´del XXXII Domingo del Tiempo Ordinario 11...:
En la liturgia de hoy las mujeres juegan un papel predominante y positivo. Además se trata de mujeres viudas, con toda la precariedad que ese término traía consigo en los tiempos remotos del profeta Elías (siglo IX a. C.) y de Jesús.
No pocas veces la viudez iba unida a la pobreza, e incluso a la mendicidad. Sin embargo, los textos sagrados no presentan estas dos buenas viudas como ejemplo de pobreza (eso se sobreentiende), sino como ejemplo de generosidad. En los tres años de sequedad que cayó sobre toda la región, a la viuda de Sarepta le quedaban unos granos de harina y unas gotas de aceite, para hacer una hogaza con que alimentarse ella y su hijo, y luego morir. En esa situación, ya humanamente dramática, Elías le pide algo inexplicable, heroico: que le dé esa hogaza que estaba a punto de meter en el horno. La mujer accede.
Hay una especie de instinto divino que la mueve a obrar así. Es el don de la generosidad que Dios concede a los que poco o nada tienen. No piensa en su suerte; piensa sólo en obedecer la voz de Dios que le llega por medio del profeta Elías.
"El Señor, que sustenta al huérfano y a la viuda", nos da hoy su mensaje de generosidad a través de dos viudas y el Salmo 145. Junto a los huérfanos, las viudas
representan en la Biblia, los seres más indefensos, y por lo mismo, los más cuidados por la inmensa Providencia de Dios. Encontramos un copioso número de textos que lo prueban: "No haréis daño a la viuda ni al huérfano" (Ex 22,22). "Aprended a hacer bien, buscad lo que es justo, socorred al oprimido, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda" (Is 1,17)."Esto dice el Señor: Juzgad con rectitud y justicia, y librad de las manos del calumniador a los oprimidos por la violencia, y no aflijáis ni oprimáis inicuamente al forastero, ni al huérfano, ni a la viuda" (Jr 22,8). "Honra a las viudas" (1Tim 5,8); "La que verdaderamente es viuda y desamparada, espere en Dios, y ejercítese en plegarias noche y día" (Ib 5,5). "Si alguno de los fieles tiene viudas entre sus parientes, asístalas, y no se grave a la Iglesia con su manutención, a fin de que haya lo suficiente para mantener a las que son verdaderamente viudas" (Ib 5,16);
representan en la Biblia, los seres más indefensos, y por lo mismo, los más cuidados por la inmensa Providencia de Dios. Encontramos un copioso número de textos que lo prueban: "No haréis daño a la viuda ni al huérfano" (Ex 22,22). "Aprended a hacer bien, buscad lo que es justo, socorred al oprimido, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda" (Is 1,17)."Esto dice el Señor: Juzgad con rectitud y justicia, y librad de las manos del calumniador a los oprimidos por la violencia, y no aflijáis ni oprimáis inicuamente al forastero, ni al huérfano, ni a la viuda" (Jr 22,8). "Honra a las viudas" (1Tim 5,8); "La que verdaderamente es viuda y desamparada, espere en Dios, y ejercítese en plegarias noche y día" (Ib 5,5). "Si alguno de los fieles tiene viudas entre sus parientes, asístalas, y no se grave a la Iglesia con su manutención, a fin de que haya lo suficiente para mantener a las que son verdaderamente viudas" (Ib 5,16);
En esta misma línea de la Escritura se pronuncia San Gregorio Magno en sus Morales, 19,12.
"Muy piadoso es consolar a las viudas". Y San Ambrosio: "Nada más hermoso que una viuda que guarda fidelidad al difunto esposo".
"Difícil es la viudez, mas no para uien comprende la ley del verdadero amor", sentencia San Gregorio
Nazianceno. Y San Juan Crisóstomo considera: "Poderosas las lágrimas de la viuda; porque pueden abrir el mismo cielo".
¿Tendría presentes las palabras del obispo africano con las que consoló a Santa Mónica, viuda, que las derramaba por su hijo perdido Agustín?
"Muy piadoso es consolar a las viudas". Y San Ambrosio: "Nada más hermoso que una viuda que guarda fidelidad al difunto esposo".
"Difícil es la viudez, mas no para uien comprende la ley del verdadero amor", sentencia San Gregorio
Nazianceno. Y San Juan Crisóstomo considera: "Poderosas las lágrimas de la viuda; porque pueden abrir el mismo cielo".
¿Tendría presentes las palabras del obispo africano con las que consoló a Santa Mónica, viuda, que las derramaba por su hijo perdido Agustín?
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