En una bella homilía que se lee en el Oficio de lecturas, San Pablo VI [1]llama la atención sobre este aspecto de la encarnación. Y reflexionando sobre la vida familiar de Cristo en Nazaret, dice: "Sobre todo aquí se hace patente la importancia de tener en cuenta la pintura general de su vida entre nosotros, con su concreto entorno de lugar, tiempo, costumbres, lengua, práctica religiosa". Dios se hizo hombre, trabajador, carpintero e hijo de carpintero, nazareno, cuyos padres eran conocidos en aquel lugar. Le reconocemos como verdadero hombre, pero no perdemos de vista jamás su naturaleza divina. Efectivamente, "adoramos al hijo del Dios vivo que se hizo" Hijo en una familia humana".
La familia es una realidad cardinal en la vida y a la vez una paradoja. Junto a la familia nos encontramos hoy su impugnación y «contestación».
Cristo asume y acepta la realidad familiar, comulga con ella, pero a la vez la pone en cuestión muy radicalmente.
En los medios católicos tradicionales, y en otros medios, ha habido como una absolutización de la familia, una especie de idolización. La familia lo era todo, y en aras de la familia había que sacrificarlo todo. Jesús da un rotundo «no» a esta concepción. La desmitificación que hace Jesús de un exagerado aprecio de la familia se extiende a todos los aspectos de la cuestión, a la vocación social, la vocación política, la vocación personal... que nunca pueden ser absorbidas por el grupo familiar cerrado.
La evolución actual nos hace comprender mejor esta puesta en cuestión del absolutismo familiar. Los jóvenes reciben fuera de la familia tanto como dentro de ella. Reciben de fuera cada vez más las ideas, la cultura, la enseñanza, la amistad, incluso el dinero, el alimento y el techo, pues muchos trabajan, ganan y viven fuera gran parte del tiempo. El grupo familiar queda en cierto modo homologado con los otros grupos humanos.
Ahora bien, la familia, aunque relativizada, mantiene todo su valor singular, inintercambiable. Diversos hechos contemporáneos lo confirman. La experiencia de los países donde se ha llevado al máximo la socialización y los estudios psicoanalíticos muestran la decisiva trascendencia que para toda la vida tiene la relación paterno-filial.
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