La historia de los hombres arrastra,
clavado en su corazón, el drama del mal y del pecado: el mal que nos hacemos y
hacemos a los demás, el pecado que nos hace revelarnos frente a Dios.
Sobre este fondo oscuro, descrito en
el relato del Génesis, se proyecta desde el principio una promesa de salvación
por parte de Dios, que en el propio texto aparece ya misteriosamente ligada a
la figura de la mujer, que “herirá a la serpiente en su cabeza”. Hoy,
festividad de la Inmaculada, celebramos el cumplimiento de esa promesa en
María, entregada en todo su ser al plan de salvación de Dios para los hombres.
La Inmaculada, la que nunca estuvo sujeta a la esclavitud del pecado, fue objeto de todas las complacencias divinas. Pero también fue la mujer más libre y responsable, sin condicionamientos de un mal pasado, capaz de asumir una función especialísima en la historia de nuestra salvación. Su maternidad fue efectivamente responsable, fue madre porque quiso serlo. María acogió al Mesías deseado por todo el pueblo y soñado por todas las mujeres de Israel. En ella llega a su culminación la esperanza de todos los hombres y mujeres del mundo.
María es la "nueva Eva". Eva es
seducida y engañada por el orgullo y el ansia de dominio. Se dejó seducir por
el pecado y fue sometida al yugo de la violencia, del temor, de la tristeza, de
la culpabilidad, de la ignorancia y de la tiranía. María también es seducida,
pero es por el Amor de Dios. Por eso recibe del ángel este mensaje lleno de
confianza: "no temas". María". María, humilde y confiada, libre
y obediente es el prototipo de la mujer nueva, el principio de la nueva
humanidad basada en el amor y en la confianza en la voluntad de Dios. María
quiere alimentarse de la Palabra de Dios, no de otras cosas pasajeras o
engañosas. María se contrapone a Eva, salva a Eva, la rehabilita. Eva transmite
dolor y esclavitud, María ofrece liberación y gracia. La "llena de
gracia" vence al mal y nos invita a nosotros a asociarnos con ella en la
lucha. Sabemos que el Señor "está con nosotros".
La fiesta de la Inmaculada, al comienzo de este tiempo, es pues, un estímulo para nuestra "espera confiada".
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