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Caminar desde Cristo.: Comentarios Lecturas del III Domingo de Adviento 1...:
Domingo de Gaudete.
La alegría es uno de los principales temas de las Escrituras; se le encuentra por todas partes en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. El mensaje de la Biblia es profundamente optimista: Dios quiere la felicidad de los hombres; su éxito, su expansión, los quiere colmados de abundancia y de plenitud. La alegría traduce, en el hombre, la conciencia de una realización ya efectiva o todavía por venir y que llena nuestra vida de esperanza.
El mundo actual apenas conoce esta alegría integral, que supone una profunda unificación del ser en la línea de su existencia según Dios. Hay algunas alegrías propias del hombre moderno, por ejemplo, la que procura la transformación de la naturaleza. Pero estas alegrías quedan reservadas a unos pocos e incluso, generalmente, son dudosas. La mayor parte de los hombres buscan la alegría en la evasión, el sueño y el placer, y aceptan una vida cotidiana sin relieve y sin sentido. Las más de las veces el hombre se encuentra destrozado en todos los sentidos, y muy pocos son los que llegan a unir los múltiples hilos de existencia concreta.
Los cristianos debemos saber que la Buena Nueva de la Salvación es un mensaje de alegría. En un mundo rico en posibilidades, pero, al mismo tiempo, sometido a contradicciones y tenido como absurdo por algunos, los cristianos debemos comunicar a los que se encuentran a nuestro alrededor la alegría que impregna nuestra vida cotidiana: una alegría extraordinariamente realista y que expresa una certeza, basada en la victoria de Cristo, de que el futuro de la humanidad se irá construyendo a través de dificultades y contradicciones aparentes. El mundo no es absurdo, ya que Dios lo ama, y el principio vital de su éxito se nos ha dado una vez por todas en Jesucristo. La alegría adquiere mayor profundidad a medida que deja de estar ligada a la posesión de un bien. Yahvé reserva la verdadera alegría a los que se hacen pobres ante Él y lo esperan todo de su Dios y de la fidelidad a su Ley. Nada puede entonces empañar esta alegría: ni la angustia, ni el sufrimiento que, al contrario, pueden fomentarla. La alegría de Yahvé es la fuerza de aquellos que le buscan.
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