(Cardenal Newman)
Tú y sólo tú, Dios mío eres infinitamente sabio. En tu sabiduría has determinado todos los acontecimientos de mi vida, del primero al último. Todo lo has determinado del modo más perfecto.
Tú sabes lo que me acaecerá, año tras año, hasta el fin; tú conoces la duración de mi vida y cómo será mi muerte. Todo lo has previsto y todo lo has querido, fuera del pecado. Todo suceso de mi vida es lo mejor que me puede suceder, porque procede de ti.
Tú me llevas adelante, año tras año, en tu maravillosa providencia, desde la juventud hasta la madurez, con la ciencia más perfecta y con el más profundo amor…
Sé, oh Señor, que como yo deseo con tu gracia cumplir mis compromisos contigo, no dejarás tú ciertamente de hacer otro tanto. Sé muy bien que no puedes olvidar a los que te buscan ni decepcionar a los que confían en ti. Pero sé también que con cuanta mayor insistencia yo pida tu protección, con mayor seguridad y plenitud la obtendré. Por eso te ruego ahora y te suplico que me libres de mí mismo y me impidas obedecer a una voluntad diferente de la tuya. Te pregunto también por qué motivo, en tu compasión infinita, quieres adaptarte a mi debilidad. Te pregunto por qué motivo no eres severo sino indulgente conmigo.
No me envíes, mi amoroso Señor, no me envíes, si es lícito suplicarte así, las pruebas que sólo los santos pueden soportar. Ten compasión de mi debilidad... Todo lo dejo en tus manos, amable Salvador mío, porque no quiero andar en estipulaciones contigo.
Si quieres enviarme pruebas más duras, dame también más gracia; inúndame con la plenitud de tu fuerza y de tus consolaciones, para que esas pruebas no me sean ocasión de muerte, sino de vida y salvación. (J. H. Newman, Madurez cristiana).
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Si quieres enviarme pruebas más duras, dame también más gracia; inúndame con la plenitud de tu fuerza y de tus consolaciones, para que esas pruebas no me sean ocasión de muerte, sino de vida y salvación. (J. H. Newman, Madurez cristiana).
ResponderEliminarEnhorabuena por su post.
¡Muchas gracias! Dios le bendiga!!!
¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y, sin embargo, Tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre las cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Me retenían lejos de Ti esas cosas que, si no estuvieran en Ti, no existirían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, e hiciste huir mi ceguera. Exhalaste tu perfume, y respiré, y suspiro por Ti; gusté de Ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz.(San Agustin).
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