sábado, 18 de mayo de 2013

Salmos de confianza.

Salmo 62
“¡Oh Dios!, Tú eres mi Dios,
Por ti madrugo;
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario,
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con jubilo;
mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.”



Mi alma te busca a ti, Dios mío
Salmo 41.

“Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
El rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
¨¿Dónde está tu Dios?¨
Recuerdo otros tiempos,
y mi alma desfallece de tristeza:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
¨Salud de mi rostro, Dios mío¨
Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo,
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.
De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.
Diré a Dios: Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿por qué voy andando sombrío,
hostigando por mi enemigo?
Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
‘¿Dónde está tu Dios?’
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
‘Salud de mi rostro, Dios mío.’

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