jueves, 6 de junio de 2013

La simplicidad en las cosas de Dios.

            Henry Nouwen, escribe diciendo: “Me dijo la Madre Teresa hace doce años: “Escriba con sencillez, con mucha sencillez, La gente tiene necesidad de palabras simples”. Nuestra obligación sea leyendo o sea  escribiendo es la sencillez, es ser simples, sencillos, pues no olvidemos que Dios es la simplicidad absoluta. “Dios es simplicidad en su esencia, claridad en su inteligencia, amor universal y desbordante en su actividad. Cuanto más nos parezcamos a Él, en este triple aspecto, más unidos estaremos con Él”. El Señor les decía a sus apóstoles: “Os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. (Mt 10,16).             El santo amor de Dios simplifica enormemente tanto la vida exterior como la vida interior del hombre. Dios como Espíritu puro es esencial e infinitamente simple; el amor que nos une con Dios nos hace semejantes a Él y nos comunica su santa simplicidad. Cuando avanzamos en el desarrollo de nuestra vida espiritual, nos dice el Abad Baur, vemos que se hace sencilla nuestra inteligencia, nuestros juicios, y criterios y nuestras aspiraciones. Según avanzamos en la simplicidad, Lo que antes amábamos, conversaciones, lecturas, etc… se nos vuelve cada vez más insípidas. Coartamos nuestro trato y comercio con los hombres. El amor propio se bate en retirada en todos los frentes.

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