domingo, 1 de diciembre de 2013

“VEN, SEÑOR, A SALVARNOS”

“VEN, SEÑOR, A SALVARNOS” Necesitamos tu salvación, sí, porque sólo un Dios puede salvarnos. El progreso científico-técnico nos enriquece, pero nada más. El consumo nos engorda, pero nos deja vacío. Las personas sabias o líderes nos asombran, pero no nos cambian. Las artistas y famosas nos entretienen; también nos aburren.
No son nuestras salvadoras. Tampoco nos salvan las mujeres y los hombres que son políticos, militares, banqueros, periodistas, tecnócratas o deportistas; y tampoco los maestros, gurús o eclesiásticos. Sólo un Dios puede salvarnos: de la tristeza, el desencanto, el desamor. Sólo un Dios puede salvar al mundo de sus cegueras y crueldades, de sus cadenas y miserias, de todas sus profundas llagas. ¡Ven, Señor, a salvarnos! Salva a las personas oprimidas que esperan justicia , a las hambrientas que sueñan con el pan, a las cautivas que no ven el día de su libertad. Ven, Señor, a abrir los ojos de las ciegas, a enderezar a las que se doblan, a guardar a las emigrantes, a sustentar a las que desfallecen. Ven, Señor. Pero Dios viene siempre. Él ya ha venido. Vino Dios a salvarnos e hizo algo más: nos hizo salvadores y salvadoras. Somos un dios en pequeño. Sed, pues, lo que sois. Cada miseria es un compromiso. Salvad, por favor, al mundo.

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