Con una Regla de vida, a pesar de las pruebas, nuestra vida se deslizaría dulce y placentera, plena
de confianza y de amor, cargada de virtudes y de méritos. Llegado el
momento, abandonaríamos con gusto el destierro por la patria y, lejos de
temer a Dios como juez, nos apresuraríamos a ir
a nuestro Padre. Vendría, pues, a ser la tierra la antesala del cielo, y el Paraíso seria para nosotros admirablemente rico de gloria y felicidad.
Santa Gertrudis comprendió estas divinas enseñanzas, y tan profundamente las grabó en su corazón, que supo repetir en cualquiera ocasión con nuestro Maestro: «Sí, Padre mío, puesto que tal es vuestro beneplácito.» Si queremos también nosotros entonar continuamente este himno del abandono, debemos penetrarnos de estas verdades saludables, nutrirnos de ellas a satisfacción en la oración y piadosas lecturas, de suerte que poco a poco nos formemos un estado de espíritu conforme al Evangelio. Hasta será conveniente, dado el caso, no cerrar los ojos a esta luz de la fe para no mirar sino el lado desagradable de los acontecimientos. Este aviso es de la más alta importancia, porque la naturaleza orgullosa y sensual no gusta de ser contrariada, humillada, molestada en sus comodidades, privada de gozos y saturada de sufrimientos. Rebélase entonces, entregada por completo al sentimiento de su dolor, murmura contra la prueba y contra los causantes de ella, olvida a Dios que nos la envía, sin pensar en los frutos de santidad que de ahí espera El sacar. De aquí proviene tanta turbación, inquietud y amargura, cuando por el contrario, esta dañosa agitación debiera hacer comprender que nuestra vista se extravía y la voluntad se doblega.
a nuestro Padre. Vendría, pues, a ser la tierra la antesala del cielo, y el Paraíso seria para nosotros admirablemente rico de gloria y felicidad.
Santa Gertrudis comprendió estas divinas enseñanzas, y tan profundamente las grabó en su corazón, que supo repetir en cualquiera ocasión con nuestro Maestro: «Sí, Padre mío, puesto que tal es vuestro beneplácito.» Si queremos también nosotros entonar continuamente este himno del abandono, debemos penetrarnos de estas verdades saludables, nutrirnos de ellas a satisfacción en la oración y piadosas lecturas, de suerte que poco a poco nos formemos un estado de espíritu conforme al Evangelio. Hasta será conveniente, dado el caso, no cerrar los ojos a esta luz de la fe para no mirar sino el lado desagradable de los acontecimientos. Este aviso es de la más alta importancia, porque la naturaleza orgullosa y sensual no gusta de ser contrariada, humillada, molestada en sus comodidades, privada de gozos y saturada de sufrimientos. Rebélase entonces, entregada por completo al sentimiento de su dolor, murmura contra la prueba y contra los causantes de ella, olvida a Dios que nos la envía, sin pensar en los frutos de santidad que de ahí espera El sacar. De aquí proviene tanta turbación, inquietud y amargura, cuando por el contrario, esta dañosa agitación debiera hacer comprender que nuestra vista se extravía y la voluntad se doblega.
¡Cuánto
han de bendecir al Señor los que han aprendido a amarle y a seguirle
con amor y confianza por cualquiera parte que los conduzca! ¡Cuán
miserablemente se engañan los esclavos de su propia voluntad, que no
tienen suficiente confianza en Dios, su Padre, su Salvador, el Amigo
verdadero, para permitirle santificarlos y hacerlos felices!.
Nosotros,
al menos, amemos a nuestro fiel Maestro, tan sabio y tan bueno; hagamos
con ánimo esforzado todo lo que El quiere; aceptemos con confianza todo
cuanto El dispone: éste es el camino de elevadas virtudes, el secreto
de la dicha para el tiempo y para la eternidad.
Con
este fin os proponemos una serie de reflexiones acerca de la regla de
vida (podeis encontrarlas en este Blog -busca en los tags del blog la
expresión "Regla de vida").
Blog sobre la oración: http://tabor-intimidadconelseor.blogspot.com/
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