miércoles, 17 de diciembre de 2014

Desde los "Cenáculos de Betania", estamos llamados a ser "TESTIGOS de la LUZ".

Desde los "Cenáculos de Betania", estamos llamados a ser
"TESTIGOS de la LUZ".
"Que brille vuestra luz ante los hombres de modo que al ver vuestras buenas obras reconozcan a vuestro Padre de los cielos"(Mt 5, 16):
"Hubo un hombre enviado por Dios, llamado Juan, que vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino un testigo de la luz..." (Jn 1,6).
Juan desarrolla su ministerio en “Betania, en la otra orilla del Jordán”. Betania significa “casa del testimonio”, y puede tener valor simbólico porque indica exactamente lo que debe llegar a ser toda comunidad: una verdadera casa del testimonio.
En nuestros "CENACULOS de BETANIA", estamos llamados a hacer realidad esta vivencia del testimonio.
Nuestro testimonio de Jesús consiste en que se vea en nosotros la luz de Jesús. Esta luz se ve incluso en nosotros pecadores, porque no anunciamos al mundo nuestra luz, sino la luz de Jesús que va cambiado nuestra vida y hace a la gente preguntarse por qué.
Así, nuestro anuncio profético, nuestro testimonio de Jesús, no son preferentemente nuestras palabras, sino nuestro modo de vivir, nuestra jerarquía de valores, nuestro modo de estar en el mundo, al estilo de Jesús. Esta idea se expresa perfectamente en el Sermón del Monte
Así, cada uno de nosotros ha asumido la vocación de ser para los demás "el testigo de la luz": la dinámica interna de nuestra conversión, el motivo de nuestro esfuerzo por salir del pecado es, sobre todo, la necesidad de no entorpecer la visibilidad de Dios. Dios ha de ser visible en nuestra conversión,
"... la fe cristiana consiste en ser tocados por Dios y ser sus testigos. Entonces podemos decir: la Iglesia existe para que Dios, el Dios viviente, sea anunciado para que el hombre pueda aprender a vivir con Dios, bajo su mirada y en comunicación con él. La Iglesia existe para evitar el avance del infierno sobre la tierra y para hacer que ésta sea más habitable a la luz de Dios. Gracias a Él y solamente gracias a Él, la tierra será humana. Aunque sólo fuera por este motivo, la Iglesia debe seguir existiendo, porque un posible venir a menos arrastraría a la Humanidad al torbellino de las tinieblas, de la oscuridad, incluso a la destrucción de lo que le hace hombre. Por eso la Iglesia debe medirse consigo misma y también con la manera en que se viven en ella la presencia de Dios, el conocimiento y la aceptación de su voluntad. Cuantas más vueltas dé la Iglesia sobre sí misma y no tenga ojos más que para buscar los objetivos de su supervivencia, en esa misma medida se convertirá en superflua y se debilitará, aunque disponga de grandes medios y utilice hábiles técnicas directivas y de gestión. Si no vive en ella el primado de Dios, no puede vivir ni dar fruto". (Joseph Ratzinger, "Testigos de la luz de Dios", La Razón, 23.IV.01).
Tres llamadas o invitaciones en nuestra vida cristiana.

1) Somos enviados
2) a ser testigos de la luz.
3) Caminando en y por todos los caminos que transitan los hombres.
Estos pasos “somos enviados,  siendo testigos de la luz , para caminar en y por  todos los caminos por los que transitan los hombres,”.
1) Somos enviados. No andamos por nuestra cuenta. El Señor se acercó a nosotros para que lo diésemos a conocer. Si para nosotros el conocer y vivir en intimidad con el Señor es fuente de alegría, sentiremos la necesidad de  que todos los hombres conozcan la alegría del Evangelio. Por ello dar y proclamar la “buena noticia”, que es el mismo Jesucristo, tiene que ser una urgencia y realidad en nuestra vida.
2) Somos llamados a ser  testigos de la luz: Dios nos llama e invita a ser testigos de la luz. No somos la luz, la luz es Él, pero el Señor nos invita a ser testigos de la misma. Proclamemos con nuestra vida el año de gracia del Señor, que es año de amnistía, liberación, de abrir corazones, de quitar desgarros. Dios que es fiel, se fía de nosotros.
3) Para ello debemos caminar en y por todos los caminos que transitan los hombres: siempre atentos a quienes viven junto a nosotros, para proponer con nuestras obras; y también en algún momento con nuestras palabras. Atentos con todos, conociendo todas las circunstancias, cogiendo siempre lo bueno y eliminando de nuestra vida toda forma de maldad, ya que quien es Bueno nos llama a transitar por la vida dándole a Él. Nuestra tarea en las circunstancias de nuestra vida es tener clara conciencia que el Señor nos llama a ser luz.
En estas fechas y de forma especial en la oscuridad de la Noche de Navidad, en todas nuestras casas “encendamos  una vela y coloquémosla  en una de las ventanas de la casa”.
¡Que la luz de Dios ilumine en esta noche la oscuridad!
 ¡Que sepamos mantener esa luz también en la vida de cada día!.
Feliz y Santa Navidad a todos nuestros amigos y visitantes y a todas las criaturas de Dios.
Rafael Pla Calatayud.

No hay comentarios:

Publicar un comentario