" Ven, Señor Jesús, busca a tu siervo, busca a tu oveja
inválida, se ha ido errando tu oveja para que tú anduvieras recorriendo los
montes. Deja las noventa y nueve y ven a buscar a esa que está perdida. Ven sin
perros, ven que ya hace tiempo que espero tu venida. Ya sé que estás para
llegar. Ven sin bastón, pero con amor y actitud clemente. Ven a mí que he
estado vagando, lejos de tu rebaño, por los montes.
Búscame, porque yo te busco. Rodéame, encuéntrame, levántame,
llévame. Tú puedes encontrar lo que buscas. Tú aceptas llevar sobre ti lo que
has encontrado.
No te da fastidio un peso de amor. Ven, pues, Señor, porque
tú eres el único que puedes hacer volver a una oveja vagabunda sin contristar a
las que has dejado, porque también ellas se alegran del retomo del pecador.
Ven a ejecutar la salvación a la tierra, la gloria en el cielo"
(San Ambrosio, Comentario al Salmo 118, XXII, 27-29).
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