Al ser configurados con Cristo por el Bautismo, la gracia divina, las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo se asientan en el alma del bautizado, que viene a ser templo del Espíritu Santo y morada de la Santísima Trinidad... Todas estas realidades maravillosas han de ser un continuo estímulo para nuestra lucha por desarrollar todas esas virtualidades que nos conducen a una completa identificación con Cristo, hasta poder afirmar con san Pablo: "Vivo yo, pero no soy yo, sino que es Cristo quien vive en mí".
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