Caminar desde Cristo.: Lecturas de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo...:
La primera lectura, sacada del Libro de Deuteronomio, nos lleva
al desierto, porque el desierto ayuda a vivir con intensidad, ayuda a vivir el
momento presente, ayuda a dar sentido a nuestra sed, nos recuerda nuestras
carencias y nos encamina a la interminable sorpresa que da la búsqueda de un
sustento gratuito capaz de saciar nuestra hambre de lo auténtico.
El punto de unión de la primera lectura con la segunda, que
procede de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios es éste:
"El Cáliz de nuestra acción de gracias". Porque comer el mismo pan y
beber el mismo vino en la Eucaristía compromete a una sólida comunión, no sólo
superficial durante la liturgia, sino auténtica en nuestra propia vida.
Como responsorial hoy recitamos el salmo 147 que se inicia en el
versículo 12 del 147 judío. El texto exalta al Señor, Dios, al Salvador de
Israel. Qué manifestó todo su poder en la creación y su amor y ternura al
favorecer a los pobres y a los humildes. Ese poder y amor, para nosotros, está
representado en el gran milagro que es la permanencia de Cristo en el
Sacramento del Pan y el Vino santos.
En el Evangelio que oiremos ahora procede del Capítulo Sexto del
Apóstol San Juan: Jesús se proclama sin rodeos que es el Pan Vivo bajado del
cielo y es lo que produce en nosotros la vida eterna. Por eso la Eucaristía es
la celebración de la vida, y así la comunidad cristiana que se congrega para
celebrarla se acerca a un Dios próximo y lleno de amor y recibe la seguridad de
sentirse amada, perdonada, purificada y feliz.
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