En la primera lectura del Libro del Eclesiástico, se nos dan enseñanzas firmes para que nuestras familias funcionen en el amor y en la esperanza. Buen ejemplo para hoy cuando muchos quieren romper la idea de la familia. Y no se sabe la causa.
El sentido de los antiguos judíos sobre este salmo 127 es que Dios premia al hombre y a la mujer fieles al Señor con muchos bienes familiares. Una buena familia, feliz y dichosa, es el gran premio. Para nosotros se puede decir lo mismo. La familia es una bendición permanente.
San Pablo en la segunda lectura, de la Carta a los Colosenses, nos da el esquema de vida que hará todo lo que es deseable para nosotros sea realidad: “que vuestra vida la presida la misericordia, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, el perdón… y así la paz de Dios habitará en vuestros corazones”. Es un buen plan de vida. Meditemos sobre ello.
El Evangelio de San Lucas nos narra el primer viaje de Jesús a Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua. Se hacía a la edad de doce años. Y a la vuelta sus padres le dan por perdido. El estaba en las “cosas de su Padre”. Luego, volvió a Nazaret para vivir en familia hasta el día en que comenzó su vida pública.
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