Nuestra sociedad occidental se
empeña en vivir sólo de pan. Se da una búsqueda afanosa por el bienestar,
confort, mejora de vida... Y esta ansiedad... se convierte muchas veces en
nuestra más sutil esclavitud. Siempre será necesario el recordar las palabras
del Deuteronomio: "No sólo de pan vive el hombre..
La semilla sembrada en los discípulas y que ellos tienen que sembrar también, el "don" se ha
demostrado eficaz, se les da cada vez más: "A quien tenga se le
dará". Este don pródigamente concedido es el de un conocimiento supremo:
"conocer los misterios del Reino de Dios". Este conocimiento ilumina
toda la vida; gracias a él, sabrán los discípulos hacer las opciones que se
imponen y participar como conviene en el combate de la Palabra. Y es cierto que
tras la explicación de las vicisitudes que atraviese el Reino al implantarse en
el mundo, se oculta un mensaje decisivo: el mensaje pascual. Porque la aventura
de la Palabra, constantemente desdeñada, perseguida pero siempre viva y eficaz,
semejante al grano de trigo que debe "morir" para dar fruto (Jn12,24),
¿no es el misterio de Pascua? El conocimiento de tales misterios es un
privilegio del que los cristianos ser conscientes. Lo que los cristianos oímos
en la proclamación del Evangelio, lo que vemos en la experiencia cristiana, hay
muchos hombres que no pueden verlo ni oírlo. Aun los Profetas, esos
privilegiados del A.T. y con ellos, por lo tanto, todo el pueblo de la Antigua
Alianza, no pudieron, a pesar de sus deseos, obtener semejante revelación de
los "caminos" de Dios, de los secretos de su Reino.
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