Palabras de Inspiración con algunas reflexiones acerca de cómo ver a los demás a la luz de la oración.
"Cuando rezas, no sólo te descubres a ti mismo y descubres a Dios, sino que también descubres al prójimo. Porque, en la oración, no sólo profesas que las personas son personas y Dios es Dios, sino también que tu prójimo es tu hermana o tu hermano que vive a tu lado. Porque la misma conversión que te conduce al doloroso reconocimiento de tu malherida naturaleza humana, también te lleva a admitir con júbilo que no estás solo, sino que ser humano implica convivir.Precisamente en este punto, existe la compasión. Esta compasión no queda cubierta por la palabra 'pena' ni por 'simpatía'. 'Pena' connota demasiado la idea de distancia. 'Simpatía' implica una cercanía exclusiva. La compasión va más allá de la distancia y de la exclusividad. La compasión crece con el reconocimiento interno de que tu prójimo comparte contigo tu humanidad. Este compañero derriba todos los muros que pueden separarte de él. A través de todas las barreras de tierras e idiomas, de la riqueza y la pobreza, del conocimiento y la ignorancia, somos uno, creados a partir del mismo polvo, sujetos a las mismas leyes y destinados al mismo fin. Con esta compasión, puedes decir: 'Frente a los oprimidos, reconozco mi propio rostro y, en las manos del opresor, reconozco mis propias manos'. Su carne es mi carne; su sangre es mi sangre; su dolor es mi dolor; su sonrisa es mi sonrisa. Su capacidad de torturar también está en mí; su capacidad de perdonar también la encuentro en mí. No hay nada en mí que no les pertenezca también a ellos. No hay nada en ellos que no me pertenezca también a mí. En mi corazón, reconozco su deseo de amor, y en mis entrañas puedo sentir su crueldad. En los ojos del otro, veo mi pedido de disculpas, y en un ceño fruncido, veo mi rechazo. Cuando alguien asesina, sé que yo también podría haberlo hecho, y cuando alguien da a luz, sé que también soy capaz de ello. En las profundidades de mi ser, encuentro a mis semejantes humanos, con quienes comparto el amor y el odio, la vida y la muerte.
Compasión es animarse a reconocer nuestro destino recíproco, de manera que podamos avanzar, todos juntos, hacia la tierra que Dios nos está mostrando. La compasión también implica compartir en el gozo, lo cual debe ser tan importante como compartir en el dolor. Darles a otros la posibilidad de ser completamente felices, dejar que su júbilo florezca por completo. Ofrecemos verdadero consuelo y apoyo cuando podemos decir de corazón: 'Eso es verdaderamente bueno para ti,' o 'Me alegra ver lo que hiciste'.
Porque, si tu compasión surge de la oración, emerge de tu encuentro con Dios, que es también el Dios de todos. En el momento en que descubres por completo que el Dios que te ama incondicionalmente ama a todos los seres humanos con amor, se te abre una nueva forma de vida. Porque llegas a ver con nuevos ojos a quienes viven junto a ti en este mundo.
Por lo tanto, la conversión hacia Dios implica, al mismo tiempo, una conversión hacia las otras personas que viven contigo en esta Tierra. El granjero, el trabajador, el estudiante, el preso, el enfermo, la persona negra, la persona blanca, el débil, el fuerte, el oprimido y el opresor, el paciente y aquel que cura, el torturado y el torturador, no sólo son personas como tú, sino que están llamadas a reconocer contigo que Dios es un Dios para todos.
Sin embargo, no es sencillo. Esto implica riesgos, dado que la compasión implica la construcción de un puente hacia los demás, sin saber si ellos quieren ser alcanzados. Tu hermana o hermano puede estar tan amargada o amargado como para no esperar nada de ti. Entonces, tu compasión despierta enemistad, y es difícil no deprimirte y decir: '¿Ves lo que te decía? De cualquier manera, no funciona'.
Y aún así la compasión es posible cuando sus raíces se hunden en la oración. Porque en la oración no dependes de tu propia fuerza, ni de la buena voluntad de otro, sino sólo de tu fe en Dios. Ésa es la razón por la cual la oración te da libertad para vivir una vida compasiva, incluso cuando ello no provoque una respuesta de agradecimiento o no produzca recompensas inmediatas".
Henri Nouwen. Con las Manos Abiertas
"El hombre ha estado con Dios. Lo ha sentido tan vivo que su presencia inconfundible lo acompaña adondequiera que vaya. Se le presenta una gran dificultad: cómo perdonar una ofensa, siente una gran repugnancia en aceptar a alguien que le cae mal. Por amor a ese Dios a quien siente presente, afronta la situación y supera la repugnancia. Al hacer este vencimiento, crece el amor por Dios (diría 'crece' Dios: su presencia es más densa en mí). Este amor le empuja a un nuevo encuentro con Él. Este es el circuito vital.No solamente eso. La situación repugnante, superada con amor, se ha transformado en dulzura, como le ocurrió a San Francisco con el leproso. Y Dios le dijo: 'Francisco, deberás renunciar a todo lo que has amado hasta ahora, y todo cuanto te parecía amargo se convertirá para ti en gozo y dulzura'.
En el encuentro vislumbra que durante el día tendrá que dar las grandes batallas en el terreno de la mansedumbre, de la paciencia y la aceptación, y 'lleva' a Dios a la batalla y 'con Él a la derecha' tendrá una serie de superaciones, con un alto costo, por cierto, siendo cada superación compensada con la alegría y el aumento del amor.
No faltará quien diga que esto es masoquismo. Los que tal dicen será porque jamás han vislumbrado ni de lejos la experiencia de Dios. Los que viven 'a' Dios, en cambio, sienten este proceso como una jubilosa liberación.
Con el 'Señor a la derecha' vuelve a la vida. Hay una situación conflictiva en la que la 'prudencia humana' aconseja callarse; así uno no se complica. Pero se acuerda de la sinceridad y veracidad de Jesús, y dice lo que debe decir. Efectivamente se complicó, pero se sintió libre en su interior".
I.gnacio Larrañaga. Muéstrame Tu Rostro
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