6. Sé positivo
Este es un principio básico de la comunicación y más importante aún cuando estamos argumentando el punto de vista de la Iglesia en contra de algo, lo cual puede ser común en la sociedad de hoy. La Iglesia se opone a muchas cosas, pero porque desea proteger y mejorar. Casi todo lo que proclama la Iglesia lo hace porque quiere conducir a la gente, y a la sociedad en general, a la plenitud de la vida, la salud y la prosperidad sostenible. La Iglesia no es como un policía moral con cara de huraño; es más bien como la Madre Teresa, que se entrega a la gente olvidada y débil. La experiencia (en la oración, la reflexión sobre las Escrituras, y los siglos de profunda inmersión en los problemas más trascendentes de la humanidad) han hecho de la Iglesia una “experta en humanidad”. Ofrece una serie de señales que indican las direcciones equivocadas y los callejones sin salida en el camino hacia la realización humana, tanto en la vida de cada uno como en la estructura de la sociedad.
Ser positivo no es poner buena cara y ser “simpático”. Ser positivo consiste en conducir la discusión hacia la visión positiva que la Iglesia tiene para la gente: las interminables, maravillosas posibilidades de nuestra libertad. Los miembros de Catholic Voices tienen que ser idealistas y radicales, e invitar a la sociedad a escoger otro camino, uno mejor. Los pro-vidas tienen que ser como los que luchaban contra la esclavitud, no moralistas que riñen a la gente; los que se oponen a la muerte asistida tienen que ser promotores de hospicios en cada esquina. No seas el ángel del juicio, sino el que señala el camino luminoso.
7. Sé compasivo
La compasión es la cualidad que debería distinguir a los cristianos, pero desafortunadamente, puede estar ausente en discusiones con un católico. La razón principal se explica en el apartado anterior sobre la intención positiva: sentimos que nuestros valores más preciados están siendo amenazados. Aquellos que creen fervientemente en sus valores suelen sentirse frustrados cuando otros rechazan o ignoran lo que es tan importante para ellos. Sin embargo, ese sentimiento es esencialmente egocéntrico. Pretenden que otra persona entienda y valore lo que ellos consideran importante. Pero el que critica también tiene sus propios principios y puede que también se sienta frustrado si no se valoran. Entramos así en un círculo vicioso.
Ser compasivo, incluso en grandes discusiones, es esencial para salir de este círculo vicioso de reproche mutuo. Detrás de casi todos los temas neurálgicos que se tratan en este libro, se encuentran profundas cuestiones de ética personal: sexualidad, muerte, enfermedad, creencia. Es muy probable que la persona con la que estés discutiendo haya tenido una experiencia directa con el tema neurálgico, ya sea personalmente o como testigo de primera mano; también es posible que haya tenido una mala experiencia con las autoridades o alguna institución que le haya dejado huella. Puede que sepas que esa persona ha tenido esa experiencia, o puede que no; si no, lo mejor es asumirlo. Dios es la cabeza de turco para la furia, un polo de atracción para las frustraciones, aunque sean vagas o imprecisas. Ser compasivo es poder entender esta furia y dolor, y así relacionarse con los demás como un ser humano a otro.
Los que critican a la Iglesia se muestran particularmente sensibles al hecho de que los católicos aparezcan de forma sistemática repitiendo lo que les “dijeron” que debían pensar. La experiencia personal se opone a la ortodoxia institucional, la experiencia de cada víctima se contrapone al interés colectivo, y así sucesivamente. En estas contraposiciones, los católicos siempre salen perdiendo, sobre todo porque anteponer las personas a las instituciones es elemento esencial del mismo cristianismo. Hay algunos que piensan que la Iglesia opera mediante mandatos papales devorados por gente deseosa de evitar pensar por sí misma. Pero es más importante la idea, o incluso lo llamaríamos intención positiva, de que la experiencia es la que tiene mayor autoridad.
Para un Catholic Voice supone un reto constante evitar ser el frío e insensible representante de una institución humana distante. Hay muchas maneras de salir de esta trampa: hablar de tu propia experiencia, contar historias que muevan a la emoción, o dar ejemplos. Pero también puede ser que simplemente necesitemos saber escuchar y estar preparados para absorber la furia y el dolor que algunos sienten hacia la Iglesia; tan solo esto ya supone una herramienta de compasión completamente válida. Si es la primera experiencia que tienen de que alguien con fe les escuche, la compasión es el mejor testimonio que podemos ofrecer.