miércoles, 10 de febrero de 2016

Cuaresma tiempo de gracia en el "Año Eucarístico del Santo Cáliz en el Jubileo de la Misericordia”.

Cuaresma tiempo de gracia en el Año de la misericordia.
En la Biblia, la historia humana aparece sembrada de acontecimientos que, ocurridos una vez, han supuesto una intervención divina decisiva para el futuro.
Estos momentos se llaman, en el leguaje bíblico, kairós, que quiere decir tiempos oportunos y favorables en los que Dios manifiesta su amor y derrama su gracia de manera especial para regalarnos su salvación.
El acontecimiento de gracia más grande de la historia es Jesucristo, su muerte, resurrección, ascensión al cielo y el envío del Espíritu Santo.
A lo largo de la historia de la Iglesia, esos momentos y horas de gracia se han dado y se seguirán dando para hacer presente a Jesucristo y su salvación en medio de la humanidad. Momentos personales, familiares, comunitarios, parroquiales, diocesanos y nacionales en los que hemos experimentado la acción del poder y del amor de Dios a favor de su pueblo.

Con el rito de la imposición de la ceniza el próximo miércoles iniciamos el tiempo de la
Cuaresma. Es éste un tiempo de gracia y de salvación. “Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la Salvación” (2 Cor 6,2). El tiempo cuaresmal es como una peregrinación que nos prepara a la celebración gozosa de la Pascua de Señor; por ello, es también como un camino hacia la cumbre santa de nuestra propia resurrección.            La Palabra de Dios nos invita a ponernos en camino hacia la Pascua con una vida renovada, convertida y reconciliada. Este tiempo santo nos ofrece a los creyentes, a las comunidades eclesiales y a la misma Iglesia la oportunidad de renovar nuestro espíritu de fe, de avivar nuestro amor a Dios y a los hermanos, de fortalecer nuestra coherencia de vida con el Evangelio, y de superar nuestra indiferencia hacia Dios y hacia el hermano, su problemas, sus sufrimientos y sus necesidades, como nos dice el Papa Francisco en su mensaje para esta Cuaresma. La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
El Profeta Joel nos dice: “Convertíos a mí de todo corazón” (2, 12). Convertirse es volver la mirada y el corazón a Dios con ánimo firme y sincero. Para convertirnos debemos escuchar la voz de Dios (Sal 94, 8). Él quiere ser nuestro guía hacia la tierra prometida. Él, que nos ha pensado y amado desde siempre, nos indica el camino para alcanzar nuestro verdadero ser, nuestra plenitud y salvación. Con amor nos sugiere como a sus hijos y amigos lo que hemos de hacer y evitar.Dios siempre va por delante con su gracia, con su amor. Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: "Amemos a Dios porque él nos amó primero" (1 Jn 4,19). 
 No somos indiferentes a Dios  , sino que nos ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. Dios está interesado por cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Dios no deja de hablarnos. En lo más íntimo de cada persona, en nuestra conciencia, resuena su voz. Dios nos habla al corazón, nos llama a escuchar y acoger su palabra, a abrir nuestro corazón a su amor, a dejarnos guiar por Él, a no ser indiferentes ante los sufrimientos, injusticias y penurias de nuestros hermanos. 
La oración, el ayuno y la limosna nos ayudarán en nuestro camino cuaresmal.

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