miércoles, 30 de marzo de 2016

Hacer hoy el camino de Emaús

Para acceder haz clik en el siguiente enlace: Camino de Emaús.
 
La experiencia de los discípulos de Emaús que en la tarde de pascua se alejan de Jerusalén y encuentran a Jesús como compañero de viaje y huésped de su casa, puede estimularnos a ponernos también nosotros en camino con la ilusión de encontrarlo y reconocerlo, con la esperanza de que pueda devolvernos la fe, el deseo de comunión y el entusiasmo misionero. Como los de Emaús, podemos encontrar al Señor en el camino de la vida. Y, como el Señor resucitado en el camino de Emaús, podemos salir nosotros al encuentro de los hombres y mujeres de nuestro mundo, plasmando sus actitudes: poniéndonos a su lado, escuchando y compartiendo sus inquietudes, ofreciéndoles el evangelio, repitiendo el gesto de Jesús de partir el pan. ¡Ojalá nuestra presencia y nuestra palabra suscite también el ardor de la fe que los transforme en testigos y anunciadores!
El encuentro con Jesús de los dos discípulos de Emaús nos plantea, pues, un doble reto: ir hacia Dios y hacia los hombres a los que Él nos envía, encontrarnos con ellos y encontrarnos con Dios. Se trata de un desafío radical a nuestra vida y a nuestra misión, que de ningún modo podemos separar, sino que hemos de vivir profundamente unido. En realidad, el reto está en: vivir en el encuentro con quienes son destinatarios de nuestra misión, el encuentro y la experiencia de Dios. Porque es en el camino de los hombres, donde nos espera Dios. En él nos ofrece, junto a la gracia del encuentro, la experiencia gozosa del servicio y la entrega a los hermanos.
El camino de Emaús comienza saliendo al paso. También hoy el punto de partida de la evangelización está en ir y acercarse a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a los jóvenes, a los destinatarios de la misión, allí donde se encuentren, en las calles y en las plazas, en los lugares de trabajo, de ocio; en acogerlos como son, escuchar sus anhelos y dificultades. Toda acción pastoral parte de la situación concreta y se dirige a las necesidades y exigencias de la Persona. Y desde la situación en que viven, hay que acompañarles, recorriendo juntos, el camino.
En el camino, como hizo Jesús, desde la cercanía y la empatía, se realiza el anuncio evangélico. No es algo yuxtapuesto a la vivencia humana cotidiana; es el descubrimiento del sentido y de la verdad de la vida. Es un auténtico camino hacia la fe que guía a la manifestación y reconocimiento de Cristo como verdadero hombre y como Hijo de Dios, como el Señor resucitado presente en la historia y en la vida de los hombres; reconocimiento que lleva a la adhesión, al seguimiento y al compromiso por el Reino.
Si creemos que Dios nos espera en el camino de la vida, nuestro acompañamiento y trabajo apostólico es para nosotros, encuentro y experiencia del Señor resucitado. Saliendo al encuentro de aquellos a los que el Señor nos envía, nos encontramos con Él. Sin la cercanía a los hombres de nuestro tiempo, difícilmente podemos acercarnos a Dios. Sumergidos en su vida, en sus preocupaciones, trabajando con entusiasmo y esperanza por llevarlos al amor de Cristo, vivimos también nosotros la experiencia del amor de Dios. La misión apostólica es, pues, el camino del encuentro con Dios. Fuera de este camino, nos perdemos y no llegamos a la meta.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario