lunes, 12 de junio de 2017

Reflexiones sobre la VERDAD de Dom Guigo, en su desierto del Delfinado. (1163),


 Reflexiones sobre la VERDAD de Dom Guigo, en su desierto del Delfinado. (1163),


1,. La verdad, como cosa bella, se ha de poner a la vista. Hay quienes la aborrecen.
No los juzgues; más bien, tenles compasión. Pero tú, que ansías llegar a la verdad, ¿por qué la rechazas cuando viene a ti en forma de reprensión?
2.- Nota lo mucho que se injuria a la verdad. Se dice al murmurador, lujurioso o alcohólico: “Es usted un perdido”. Y ésta es la verdad. Sin embargo, ellos se enfurecen al punto, y persiguen a la verdad en su pregonero; y la ahogan.
La mentira, por el contrario, ¡cuánto culto recibe! Se dice a un degenerado,
esclavo de todos los vicios: “Es usted un digno señor”. Y se calma, muestra buen rostro y venera a la mentira misma, en la persona de quien así habla.
3.- Sin apariencias, sin adornos y aun clavada en una cruz, hay que adorar a la Verdad.
4.- Cuanto es más noble y poderosa una criatura, con tanto más gusto se somete a la verdad. Más aún, en tanto será noble y poderosa, en cuanto se someta a esta verdad.
5.-¿Te angustian las cosas temporales? ¿Por qué no las dejas y te vas a la verdad?
6.-Si vieses cuanto es posible ver, si oyeses y contases toda clase de noticias, ¿qué
provecho sacarías de ello? Así también, apenas hay utilidad ninguna en tantas cosas como has visto y oído.
7.- La verdad es más amarga que todas las contrariedades. Porque cada contrariedad se opone a uno o varios caprichos nuestros; pero la verdad, nos los reprende todos.
8 No puedes odiar a nadie, sino siendo tú malo. Porque el santo, aun a los perversos quiere bien.
9.- No debemos ansiar sino la verdad y la paz que de ella nace.
10.-El ministro de la verdad debe amar la cosa administrada y la persona a quien se la administra. Y cuando es otro quien se la administra a él, debe recibirla agradecido, como se recibe una cosa amada.
11.-Sea la caridad quien te impulse a exponer la verdad, como remedio curativo. Si alguno rechaza esta verdad y no sientes compasión de él, o no lo amas, o no aprecias suficientemente el valor curativo de la verdad. Es como si el enfermo rechazase la medicina que lo sana.

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