martes, 24 de abril de 2012

CARTA DE GÜIGO EL CISTERCIENSE AL HERMANO GERVASIO SOBRE LA VIDA CONTEMPLATIVA (II).


CARTA DE GÜIGO EL CISTERCIENSE AL HERMANO GERVASIO SOBRE LA VIDA CONTEMPLATIVA (II).
VII. LOS EFECTOS DE LA CONTEMPLACION

Con estas y otras semejantes palabras encendidas, el alma prende su deseo, muestra así el estado donde llegó, y con estos encantamientos llama al Esposo. Los ojos del Señor están puestos sobre los justos y sus oídos están atentos a sus oraciones, y hasta tal punto que ni siquiera espera que sea terminada la oración, sino que durante la misma se da prisa para entrar en el alma que lo busca con ansia. Y asimismo se da prisa para encontrarse con ella rociando de dulzura celestial y perfumando con ungüentos preciosos. Deleita así al alma cansada, sostiene a la sedienta, alimenta a la hambrienta, le hace olvidar todas las cosas de la tierra, la alienta haciéndole olvidar de si misma y, embriagándola, la hace sobria.
Y, del mismo modo que en ciertos actos carnales el alma se ve tan dominada por la concupiscencia de la carne al punto de perder todo uso de razón y el hombre se vuelve completamente carnal, así por el contrario, en esta contemplación superior los movimientos carnales quedan totalmente superados y absorbidos por el alma, que la carne en nada contradice al espíritu, y el hombre se vuelve casi totalmente espiritual.

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