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Caminar desde Cristo.: Comentarios a las lecturas del II Domingo de Pascu...:
Nos dicen los evangelios que los discípulos quedaron desconcertados y llenos de miedo después de la muerte de Jesús. No habían entendido las palabras que Jesús, antes de morir, les había dicho sobre su resurrección. Cuando la Magdalena les dijo que había visto a Jesús, no la creyeron. Sólo después de que ellos mismos le vieron, estando reunidos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos, se llenaron de alegría y creyeron. Lo mismo le pasó a Tomás; sólo creyó cuando se vio ante él y pudo comprobar con sus propios ojos que Jesús tenía en las manos las marcas de los clavos, y el costado llagado. Fue el ver lo que los llevó a creer. La importancia de ver para creer fue grande y
decisiva para los discípulos del Señor. Lo mismo sigue pasando hoy día para la mayor parte de la gente, aunque se trate de otras maneras de ver. Una fe rutinaria en Jesús y en su evangelio se puede adquirir por la simple tradición oral, pero una fe viva y transformadora en el Cristo resucitado sólo se adquiere mediante una visión personal, mediante un encuentro vivo y profundo con el Jesús resucitado. Y sigue siendo verdad que para llegar a este encuentro vivo y profundo con Jesús tiene mucha importancia lo que vemos, sea con los ojos del cuerpo, o con los ojos del alma. Sobre todo, lo que los demás ven en el comportamiento de los que nos llamamos cristianos y decimos ser discípulos de Cristo. Creer con fe viva sin haber visto es lo menos frecuente. Por eso, los cristianos debemos actuar de tal manera que los que nos vean se sientan animados a creer en el Jesús en el que nosotros decimos creer. Porque, si ven que decimos una cosa, pero hacemos otra, no nos creerán.
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