La primera lectura, por boca de Moisés, nos ha advertido que tendremos vida sólo si cumplimos la voluntad de Dios en nuestra existencia.
En los mandamientos de Dios está la clave del éxito en nuestra vida, y el camino de la felicidad, y la fuente de la verdadera sabiduría. Si el pueblo de Israel, en el Antiguo Testamento, se sentía tan satisfecho de la cercanía de Dios que les hablaba por los
profetas, ¿cuánto más nosotros, los que hemos escuchado la voz del Profeta por excelencia, el Hijo, Cristo Jesús?.
profetas, ¿cuánto más nosotros, los que hemos escuchado la voz del Profeta por excelencia, el Hijo, Cristo Jesús?.
El salmo ha insistido en la misma perspectiva: sólo merece el nombre de buen creyente y miembro del pueblo elegido "el que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia... el que no hace mal a su prójimo... El que así obra, nunca fallará".
También la segunda lectura -hoy hemos comenzado a leer la carta de Santiago- nos ha invitado enérgicamente, no sólo a oír la Palabra de Dios (como hacemos en cada Eucaristía), sino a ponerla en práctica, porque si no, nos engañaríamos. Y nos ha dicho que la "religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre" es ayudar a los huérfanos y a las viudas, y no dejarse contaminar con los criterios de este mundo cuando son contrarios a los dé Cristo.
La verdadera sabiduría no está en nuestros instintos o en las modas o estadísticas de este mundo, sino en conocer y seguir la voluntad de Dios, que nos comunica en su Palabra revelada.
Escuchar la palabra de Dios y cumplirla. Ese podría ser el tema base de este domingo.
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