La primera lectura del Libro de la Sabiduría, nos acusa a los creyentes de nuestra falta de testimonio, de nuestra pasividad para hacer vida del evangelio. Hoy pasamos por el mundo sin irritar a nadie, sin ser incómodos para nadie, sin poner en consideración los verdaderos valores.
En el salmo 53 que hemos proclamado, se invoca con urgencia la ayuda de Dios contra los ataques de sus enemigos y expresa la confianza plena del Señor en que el le va a auxiliar. Es una oración confiada ante los peligros y las tribulaciones, que nos puede –y debe— servir de ejemplo a nosotros –hoy-- para confiar en Dios Nuestro Padre y pedirle que no ayude siempre.
El apóstol Santiago nos dice en su Carta cosas el pasado, de sus tiempos, y que nuestra comunidad es distinta a lo que él describe, pues aunque nos cueste reconocerlo está narrando los excesos que hoy sufre nuestra sociedad y ello a pesar del tiempo transcurrido.
En el texto de San Marcos Jesús pregunta a los discípulosa de qué hablaban en el camino. Tambien nos lo pregunta a nosotros. Demasiadas veces nuestras conversaciónes giran sobre temas falsamente serios. Hablamos de puestos importantes de trabajo, de honores, de placer, de prestigio, de títulos, de popularidad... Por eso tendemos a oír el evangelio, pero sin escuchar, ya que el evangelio resulta difícil hacerlo compatible con nuestra realidad. No aceptamos ser servidores y estamos dispuestos a que los demás nos sirvan.
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