En la primera lectura escuchamos hoy el famoso episodio del Libro del Éxodo sobre la zarza que no se consume. Es la manifestación de Dios. Él mismo viene a dar su nombre a Moisés: “Yo soy”. Es como si se presentase, como si nos dijese: “estoy aquí, con vosotros, actuando a vuestro lado. Soy el presente, el que está, el que libera, el que salva”. Pero esta seguridad no quiere dar pie a que nos durmamos, a que nos dejemos llevar.
El Salmo 102 es atribuido a David tenía un uso penitencial como el “Miserere” (Salmo 50) Pero además un bellísimo canto a la misericordia de Dios hacia sus criaturas. Es, sin duda, uno de los más bellos del Salterio.
En la segunda lectura San Pablo en su Carta primera a los fieles de Corinto nos dice: “el que se crea seguro ¡cuidado! no caiga”; ya que nuestra seguridad tiene que venir de apoyarnos en Él. Es un mensaje de apoyo y conversión. Son palabras muy actuales.
El evangelio de San Lucas de hoy es un grito a la conversión. No busqueis culpables a los que convertir --nos dice--, busca tu interior, mira tus obras, observa si tu religiosidad da frutos dignos; quizá con estas actitudes alguien se convierta sin que tú lo hayas advertido. Jesús de Nazaret no busca culpables, busca amigos a quienes ayudar. Con la parabola de la higuera nos señala la misericordia y paciencia de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario