“La Palabra se ha hecho carne, y ha puesto su casa entre nosotros” ( Juan 1, 1-18)
En este día de Navidad celebramos un hecho histórico y cargado de muchos sentimientos y contenido: ¡Dios nos hace partícipes de su naturaleza divina!. Sin vivir en el cielo, ya desde ahora, podemos besar, adorar, embelesarnos y tocar la humanidad de Dios y, por lo tanto, también su divinidad. En la Navidad celebramos que Dios, se aproxima tanto, que derrumba fronteras, abaja orgullos y recompone este mundo nuestro. Otra cosa, muy distinta, el que ese mundo esté dispuesto a reconstruirse o quedarse en el “todo va bien”.
Hoy expresamos nuestra comunión y amistad con Jesús. Y, al entrar en contacto con El sentimos que Dios forma parte de nuestra historia, no nos abandona, comparte nuestra condición nos hace dioses. ¿Misterio? ¿Imposible de comprender y abarcar todo esto? Hoy, la fe, entra por la vista, por el gusto, por el oído, por el tacto y hasta por el olfato. ¡Has venido, Señor, y nos basta!.
Es todo un misterio desvelado y revelado para una mayor comprensión nuestra, hecha por Juan:
a. Es una Palabra Divina: No solo está junto a Dios sino que ella misma es Dios pues existía desde el principio. Esta Cristología de Juan en el Prólogo es la misma que Pablo usa en sus cartas y es la más desarrollada de todo el Nuevo Testamento. No se remonta hasta la infancia de Jesús, como hacen Mateo y Lucas, sino que se remonta hasta su preexistencia.
. Es Palabra creadora: Todo existe gracias a ella y por ella. Y parte de esta creatividad es que no solo transmite la vida, sino que ella misma es la vida que se identifica con la luz. En el Evangelio Jesús dirá: "Yo soy la Luz del mundo" y también "Yo soy la vida". Y lo manifestará con signos y señales abundantes, con portentosos milagros.
c. Es Palabra rechazada: El mismo Prólogo lo hace constar. Ha sido una Palabra que no han podido apagar las mismas tinieblas. Ha habido rechazo, ya que los suyos, que "no la recibieron", como la de tantos otros que en acto de autosuficiencia se han negado a abrazar este signo vital.
d. Es Palabra recibida: Los que oyen esta palabra serán sus discípulos, y a estos les dará el honor de ser Hijos de la Luz, Hijos de Dios.
e. Es Palabra testimoniada: Jesús va a ser el testigo principal de esta palabra y otros le seguirán como discípulos. El testigo reconoce perfectamente bien su función subordinada. Su vida es un continuo contraste con esta palabra que hace de espejo donde se refleja la propia vida con todos sus actos. (v.15).
f. Es Palabra iluminadora: (v. 9) De este mundo al que Dios ha enviado su Palabra. Un mundo individual y colectivo, que acepta o rechaza este don de Dios. Hay en este mismo Prólogo símbolos que han sido preferidos por Juan para manifestar más claramente el contraste de las dos realidades. Es un dualismo claro: luz y tinieblas, bien y mal, vida y muerte, arriba y abajo. Pero aunque hay contraste, los términos y los resultados no son iguales: Al final la luz vence a las tinieblas, la vida vence a la muerte, la gracia al pecado.
La Palabra de Dios recorrió un largo proceso en su acercamiento a los hombres. La hemos contemplado presente en la Creación. La vemos, como señala la Carta a los Hebreos, a lo largo de la historia del pueblo de Dios, al cual Dios ha hablado en distintas ocasiones por medio de los profetas. En la etapa final de la historia nos ha hablado por el Hijo, la luz verdadera. Pero lo más grave es que los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. Rechazaron la claridad para vivir en la oscuridad.
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