La luz de la sabiduría de Dios ilumina el camino de la felicidad con tal resplandor, que es imposible no ponerse a caminar por él.
La sabiduría es uno de los grandes dones que Dios puede otorgar al hombre. La sabiduría es como una luz mágica que permite ver las cosas y los acontecimientos en sus justas proporciones. La luz de la sabiduría de Dios ilumina el
camino de la felicidad con tal resplandor, que es imposible no ponerse a caminar por él. Fácilmente la ven los que la aman y la encuentran los que la buscan. Se anticipa a darse a conocer a los que la desean. Quien temprano la busca no se fatigará, pues a su puerta la hallará sentada. Amarla, desearla, buscarla. Sólo eso, pero sinceramente, con ahínco, con constancia. Comenzando por pedirla a Dios con fe y confianza.
Ahora mismo te lo rogamos, Señor, danos el don de la sabiduría, esa luz nueva para nuestros ojos, esa dimensión distinta para nuestra mirada apagada, ese ver más allá de las sombras que inundan nuestros días grises y anodinos... Verlo todo con la luz de Dios, contemplarlo todo bajo la perspectiva de la eternidad, y superar así esta visión estrecha y pequeña que tantas veces nos angustia.
Cuántos afanes en cada jornada, cuántas preocupaciones. Siempre hemos de tener algo que nos inquiete y nos turbe. Y la causa está en nuestra falta de sentido sobrenatural, en nuestra falta visión de fe. Nos empeñamos en vivir según nuestros propios criterios y despreciamos los criterios de Dios. Y ese es el resultado: una vida de ajetreo continuo, una existencia profundamente marcada por la zozobra.
La misma sabiduría "busca por todas partes a los que son dignos de ella; en los caminos se les muestra benévola y les sale al encuentro en todos sus pensamientos...". Son palabras tuyas, Señor. Palabras, por tanto, objetivas, absolutamente verdaderas. Haznos, pues, dignos de la sabiduría que sale a nuestro encuentro y aviva nuestro deseo por tenerla. Para que así vivamos de modo distinto a como vivimos. Para que en medio de la vorágine del vivir actual conservemos la calma y el optimismo. Danos, te lo pedimos otra vez, esa sabiduría que ha de llenar de honda alegría esta nuestra vida tan cargada de tristeza.
camino de la felicidad con tal resplandor, que es imposible no ponerse a caminar por él. Fácilmente la ven los que la aman y la encuentran los que la buscan. Se anticipa a darse a conocer a los que la desean. Quien temprano la busca no se fatigará, pues a su puerta la hallará sentada. Amarla, desearla, buscarla. Sólo eso, pero sinceramente, con ahínco, con constancia. Comenzando por pedirla a Dios con fe y confianza.
Ahora mismo te lo rogamos, Señor, danos el don de la sabiduría, esa luz nueva para nuestros ojos, esa dimensión distinta para nuestra mirada apagada, ese ver más allá de las sombras que inundan nuestros días grises y anodinos... Verlo todo con la luz de Dios, contemplarlo todo bajo la perspectiva de la eternidad, y superar así esta visión estrecha y pequeña que tantas veces nos angustia.
Cuántos afanes en cada jornada, cuántas preocupaciones. Siempre hemos de tener algo que nos inquiete y nos turbe. Y la causa está en nuestra falta de sentido sobrenatural, en nuestra falta visión de fe. Nos empeñamos en vivir según nuestros propios criterios y despreciamos los criterios de Dios. Y ese es el resultado: una vida de ajetreo continuo, una existencia profundamente marcada por la zozobra.
La misma sabiduría "busca por todas partes a los que son dignos de ella; en los caminos se les muestra benévola y les sale al encuentro en todos sus pensamientos...". Son palabras tuyas, Señor. Palabras, por tanto, objetivas, absolutamente verdaderas. Haznos, pues, dignos de la sabiduría que sale a nuestro encuentro y aviva nuestro deseo por tenerla. Para que así vivamos de modo distinto a como vivimos. Para que en medio de la vorágine del vivir actual conservemos la calma y el optimismo. Danos, te lo pedimos otra vez, esa sabiduría que ha de llenar de honda alegría esta nuestra vida tan cargada de tristeza.
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