Orar es seguimiento consciente de Jesús. Qué es contemplar.
Grados de oración.
Respecto a lo que me preguntas de la oración, te diré, primeramente,
que yo, como tú, no sabía lo que era contemplar, y aún creo no saberlo; pero
no me importa, pues la contemplación es un don que Dios hace a ciertas almas,
y es una mirada llena de amor Dios o a Jesús. Dios les descubre, en esa
mirada, alguna de sus perfecciones adorables y, al conocerlas, el alma se
llena de amor. Esto es lo que he entendido en los libros que tratan de
oración; no sé si me equivoco. Pero, para ser carmelita, no se necesita tener
contemplación, pues lo esencial en ella es el amor a Jesús; por lo tanto, en
ese amor se encierra el deseo ardiente de conocerlo y asemejarse a El, y el
único medio es la oración mental.
En la oración hay muchos grados y modos diversos con los cuales el
alma, conociendo a Dios, se une a El. El primer grado es la meditación que
consiste en reflexionar sobre una verdad. Eso tú lo sabes mejor que yo. Lo
esencial de la oración es inflamar la voluntad en amor de Dios, pues si esto
se consigue, se tiene fuerza para obrar la virtud.
Ahora bien, hay otro modo de oración, y es el de la locución. Esto
consiste en sentir interiormente una voz que parece ser, ya de N. Señor o de la Sma. Virgen,
que dice lo que se debe hacer para ser buena u otras cosas. A veces es el
mismo entendimiento el que con rapidez forma razones; pero otras veces es N.
Señor que inspira al alma. Sin embargo, a lo único que se debe atender es al
provecho que recibe el alma en esa comunicación, sin fijarse si es Dios o si
es su razón. También hay que ejecutar sólo lo que es conforme a la voluntad
de Dios; pues muchas veces el demonio inspira cosas que, aunque no son malas
en sí, pueden hacer mal al alma. Ejemplo: penitencias excesivas. Cuando se
tiene esta oración, debe avisarse al confesor lo que se oye interiormente.
Quiero hablarte del Oficio Divino. Tú sabes que es el grito incesante
que la Iglesia
eleva a Dios. Nosotras, las contemplativas, somos las encargadas de clamar
por el mundo. Cuando estamos en el coro somos ya ángeles que alaban a Dios;
formamos nosotras parte de ese concierto angélico, y nuestras antífonas son
estrofas de esa pura y divina poesía. ¿No somos en esos instantes los ángeles
que cantan ante el sagrario para consolar a Jesús en su triste prisión? Jesús
también canta con sus carmelitas. El eleva, junto con sus esposas, ese clamor
puro y suplicante por el mundo a su Eterno Padre.
Esos mismos salmos son los que Jesús, cuando vivía en la Judea, salmodiaba en la
soledad. Todos son preciosos y son un grito humilde y confiado que la
criatura dirige a su Padre del cielo. A las 5 de la mañana ya las carmelitas
principian sus alabanzas hasta las 10 y 1/2, a esas horas que en el mundo
nadie se acerca a Jesús.
A Dios. Vive con El. Lo tienes en tu alma, y con El está tu
Teresa de Jesús, Carmelita
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