Evidentemente Jesús lo hacía. Él se esforzaba deliberadamente para pasar tiempo a solas con Dios; pasaba regularmente tiempo con Dios, orando y escuchando.
Marcos 1.35 dice con respecto a Jesús: «Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba».
Lucas 5.15-16 agrega: «Su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. Pero él se apartaba a lugares desiertos para orar».
Si Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador sin pecado del mundo, pensó que valía la pena buscar un tiempo especial para estar a solas con Dios, ¿no sería sabio que nosotros hagamos lo mismo?

En medio de la tentación Jesús resistió repitiendo de memoria la Palabra de Dios. Jesús no solamente leía las Escrituras sino que las memorizaba. A cada tentación, nuestro Salvador respondió comenzando con la misma frase: «Escrito está.»
Cuando en la sinagoga de Nazaret le dieron los rollos para que leyera, Jesús ubicó el pasaje que quería leer, lo leyó y hasta lo interpretó, pues dijo: «Hoy se ha cumplido esta escritura.»
Entonces vemos que Jesús tenía dos sanos hábitos: (1) El de la oración y (2) El de la lectura bíblica.
Si nuestra meta es ser más como Jesús debemos tener un tiempo regular para hablar con Dios y escuchar su Palabra.
Entonces, ¿de qué estamos hablando? ¿Del consabido devocional diario? No. Estamos hablando de algo mucho más importante.
Un tiempo y lugar regulares para tu encuentro con Dios

¿Cuánto tiempo ha pasado, desde que le diste al Señor una porción de tu tiempo, sin diluir y sin interrupciones, un tiempo para Dios, para escuchar su voz?
Selecciona un tiempo y un lugar y sepáralo para Dios.
No es obligatorio que sea algún momento especial del día. Para muchos será a la mañana muy temprano. Para otros será a la noche, después de un día atareado. Para otros será otro momento. Busca la hora y el lugar apropiado y RESÉRVALO PARA EL SEÑOR.
Pasa todo el tiempo que quieras. Dale más importancia a la calidad que a la cantidad.
Tu tiempo con Dios debe durar lo suficiente como para que puedas decir lo que quieras decir y que Dios te diga lo que te quiera decir.

Dios nos habla por medio de la Palabra. El primer paso al leer la Biblia es pedirle a Dios que nos ilumine para comprenderla cabal y personalmente.
Antes de leer la Biblia, ora. No te acerques a las Escrituras buscando tus propias ideas o para comprobar tus propias teorías, busca las de Dios. Lee la Biblia con oración. También léela con cuidado. Ora, leyendo la Biblia. Muchas veces los salmos pueden ayudarnos en nuestra alabanza y adoración personal.
Salmos 1.1-2 dice: «Bienaventurado el varón… que en la ley de Yahvé está su delicia y en su Ley medita de día y de noche».
No es simple lectura de la Biblia, es deleitarse en ella.
Proverbios 2.4-5 dice: «Si la buscas como si fuera plata y la examinas como a un tesoro, entonces entenderás el temor de y Yahvé hallarás el conocimiento de Dios.»
No es necesario que leas diez capítulos cada vez. Es más importante que hagas lo del varón bienaventurado del Salmo 1: «Medita en lo que lees. Aunque sea poca lectura. Emplea mucho tiempo en la meditación de la Palabra de Dios».
Atesora cada idea, cada concepto, cada mandamiento, cada enseñanza. Guárdalos en tu corazón. Anótalos en algún cuaderno y vuelve a repasarlos en los días siguientes. Asegúrate de que quedarán en tu corazón. Reflexiona varias veces sobre ellos.
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