martes, 23 de octubre de 2012

Relación íntima con Dios


Moisés fue uno de los hombres más importantes en la historia del pueblo de Israel. Fue un libertador, un conquistador y un líder. Su historia dio los elementos necesarios para escribir libros, hacer películas, pintar un sinfín de cuadros y hasta para hacer una de las esculturas más hermosas de la historia de la humanidad, el insuperable «Moisés» de Miguel Ángel.

Sin embargo, la característica más importante en su vida fue su relación íntima con Dios. De Moisés se dice que veía a Dios cara a cara, como habla cualquiera a su compañero (Éxodo 33.11). Y es esa relación íntima con Dios la que nos dejó uno de los eventos más particulares del AT.

«Después descendió Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del Testimonio en sus manos. Al descender del monte, la piel de su rostro resplandecía por haber estado hablando con Dios, pero Moisés no lo sabía» (Éxodo 34.29)

Estar en la presencia de Dios había transformado el rostro de Moisés y él ni siquiera lo había notado. Estar en la presencia de Dios era algo normal en su vida.

¡El que tenga oídos para oír, oiga!

Ocho veces en los evangelios y ocho veces en Apocalipsis, Jesús utilizó esta frase para recordarnos que no es suficiente con tener oídos, hace falta usarlos.

Siempre utilizaba esa frase para resaltar la importancia de la enseñanza y para exhortar a sus oyentes a cumplir con ella. Y hubo dos enseñanzas prácticas de la vida de Jesús, que hoy quisiera compartir con ustedes.

Las Escrituras siempre resaltaron el oír y obedecer la Palabra de Dios. A decir verdad, el gran mandamiento que el pueblo de Israel aún hoy repite hasta el cansancio comienza con una exhortación a escuchar.

«Oye, Israel: Yahvé nuestro Dios, Y uno es. Y amarás a Yahvé tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas»
(Deuteronomio 6.4-9)

Nehemías y sus hombres recibieron elogios porque «estaban atentos al libro de la Ley» (Nehemías 8.3)

 

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