¿No puedes cambiar?
¡Deja que Dios lo haga! M.E. Winston Pauta Avila
¡
Deja que Dios lo haga!
Has notado que cuando progresas en tu vida espiritual, Jesús te sonríe y dice, "Ahhh, esto está bien, ¡muy bien! El Padre y Yo estamos muy contentos contigo." Pero entonces agrega: "Hay otra cosa que quiero que hagas." Él te saca de la comodidad de tu sillón y te invita a una mayor purificación.
¡Estoy tan cansado de eso! Eso es lo que le pasó al pobre muchacho (o debería decir, el joven rico) que alegremente corrió hacia Jesús en el pasaje del Evangelio de hoy. Él había estado obedeciendo de manera diligente todos los mandamientos de Dios. Con tales logros de santidad, él pensaba que se había ganado la entrada al cielo. Pero Jesús sabía que ese muchacho en su corazón, estaba satisfecho haciendo solamente lo necesario y viviendo una fe mediocre. Like us on Facebook Entonces Jesús le invita a ver los mandamientos de una forma diferente. Observemos que Él no condenó al muchacho. Tampoco Jesús nos condena cuando necesitamos purificación. Él sabe que sinceramente queremos ser santos.
Con un amor tremendo, Él nos señala las deficiencias de nuestra obediencia y nos enseña el más grande de los mandamientos: la Ley del Amor.Pero nos entristecemos como ese joven. A nuestra nturaleza terrenal no le agrada renunciar a las limitaciones auto-conformistas que imponemos a los mandamientos de Dios.
Es por esto que Jesús hace énfasis: "Para ti, es imposible, ¡pero no para Dios!"Confiar que Dios haga en mí lo que yo no puedo hacer por mí mismo ha resultado ser una estrategia excelente. Por ejemplo, hace varios años, durante la confesión, miraba al sacerdote en silencio. Tenía rabia contra una persona que "merecía" mi rabia. Podía decir que perdonaba a esa persona, pero yo no quería dejar de sentir rabia porque si me portaba muy "noble", esa persona no entendería mi punto de vista, lo cual era precisamente lo que necesitaba entender.
El sacerdote me preguntó si yo quería dejar que Dios cambiara mi actitud, aún cuando yo no deseaba cambiarla por mí misma. Yo no pude decir que sí con mi boca, pero logré asentir con mi cabeza. ¡Eso era todo lo que Jesús necesitaba! A través del sacerdote, Jesús me absolvió de mis pecados y me empoderó con una gracia sobrenatural de Su Espíritu Santo. Cuando salí de allí, me inundó una nueva paz. No por mí misma, pero gracias a Dios, ¡yo era realmente una nueva creación!¿Cuál pecado no quieres abandonar? ¿Cuál cambio has estado evitando? ¿Cuál desobediencia tiene lógica? (A propósito, leer las Reflexiones de las Buenas Nuevas es muy peligroso porque cuando el Espíritu Santo te revela un pecado a través de ellas, es tu responsabilidad - no hay excusa, tienes que arrepentirte o alejarte triste.)
Dile a Jesús que no quieres dejar de justificar tus pecados, pero dale permiso para que Él te cambie de acuerdo con Su bondad amorosa. Con Dios, el cambio es posible - ¡y lleno de gozo! .
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