Es natural atenerse a una regla
Cuando un hombre pretende algo con verdadero interés —estudiar una carrera, aprender un idioma, ejercitarse en un deporte, sacar adelante un oficio o una profesión laboral, etc.—, en seguida sujeta su vida a regla en esa dirección: adquiere y ordena los medios que sean necesarios, organiza un horario, asegurando bien la protección diaria de ciertos tiempos, y se fija un calendario, de tal modo que su empeño cobre así estabilidad y constancia, y no se vea abandonado a las ganas personales, tan cambiantes, o a las circunstancias exteriores, más cambiantes todavía. De otro modo, es evidente, no saldrá adelante con su intento. Una persona, por ejemplo, que quiera aprender a tocar la guitarra, y en ratos sueltos, cuando no tiene otra cosa que hacer o cuando le viene en gana, se entretiene en rasguear sus cuerdas, nunca aprenderá a tocar decentemente ese instrumento. Para ello habría de dedicarse con más constancia y regularidad.
Pues bien, la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona y la eleva. Sin duda «es Dios quien da el crecimiento» espiritual>> (1Cor 3,7), por medio de la gracia divina. Pero la acción de la gracia no prescinde de los modos propios de ejercitarse la naturaleza humana, sino que, por el contrario, los suscita, los perfecciona y eleva. Hay gracias, ya lo sabemos, que Dios da al hombre en la vida mística al «modo divino», sin que éste colabore a ellas activamente, es decir, ejercitándose en ellas según sus modos naturales propios, con su pensamiento y voluntad. Pero en la fase ascética del camino de la perfección, que es en la que se halla la mayoría de los cristianos, el modo normal por el que Dios actúa en la persona es el «modo humano», en el que la gracia sobrenatural suscita la actividad del entendimiento (por la fe) y de la voluntad (por la caridad) en sus modos propios de ejercicio.
Según esto, no parece excesivo concluir que no pretenden seriamente la perfección evangélica aquellos cristianos que no se sujetan a una cierta disciplina, es decir, que no dan al intento de su voluntad la ayuda de un cierto plan o regla de vida.
(Tomado de Documentos de apoyo | Base documental de Catholic.net).
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