viernes, 13 de septiembre de 2013

Regla de vida cristiana (VII).

Fidelidad a la norma y santo abandono
Algunos cristianos recelan sujetar sus vidas a unas normas, temiendo que eso disminuya en ellos el santo abandono a la acción del Espíritu Santo. «El espíritu sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo nacido del Espíritu» (Jn 3,8).
Sin embargo, ya desde San Francisco de Sales, la espiritualidad providencial del santo abandono se ha formulado siempre en forma binaria: fidelidad y abandono. Es significativo, en este sentido, el título de la obra del P. Réginald Garrigou-Lagrange, La Providence et la confiance en Dieu: fidélité et abandon (1953). En efecto, lejos de haber contraposición alguna entre fidelidad y abandono, ambas actitudes se complementan, buscando siempre lo mismo: conocer y realizar la voluntad de Dios, que es lo único necesario.
La fidelidad a lo que Dios quiere nos lleva a adherirnos cada día, nos agrade o nos duela, a la voluntad de Dios, claramente significada en sus mandamientos, en los preceptos de la Iglesia o en aquellas normas que Él nos ha concedido adoptar, individual o comunitariamente, para el más libre y constante crecimiento de nuestra vida espiritual.
El abandono a lo que Dios quiera nos lleva, a su vez, a adherirnos a esa voluntad de la divina Providencia, que día a día se nos va manifestando en las circunstancias cambiantes de nuestra vida. Si el plan o regla de vida es sin duda un camino divino, también éste constituye ciertamente un camino diario misterioso, por el cual Dios, a través de las pequeñas cosas de la vida nos va conduciendo, si nos dejamos llevar, por donde su amor dispone. No hay contrariedad alguna entre fidelidad y abandono. Por ejemplo, el pleno y absoluto abandono de San Claudio La Colombière al libre beneplácito de la divina Providencia jamás dificultó en él su extrema fidelidad a las reglas de la Compañía de Jesús.
(Tomado de Documentos de apoyo | Base documental de Catholic.net).

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