Con la realidad, no
debemos ser ingenuos, que el bien produzca siempre el bien y, el mal, el mal
´esto no es una regla de tres-. De vez en cuando, el bien produce el mal y
viceversa. Pero uno debe actuar, por principio, como si hubiera una justicia
universal capaz de reparar las iniquidades. Para el creyente la hay: es la
justicia divina. Hay que saber vivir cada momento desde esta perspectiva.
Nos recuerda el
Eclesiastés:
Injusticias de la vida
16 Vi más cosas debajo del sol: en lugar del juicio,
la maldad; y en lugar de la justicia, la iniquidad.
17 Y dije en mi corazón: «Al justo y al malvado
juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo
lo que se hace.»
18 Dije también en mi corazón: «Esto es así, por causa
de los hijos de los hombres, para que Dios los pruebe, y vean que ellos mismos
son semejantes a las bestias.»
19 Pues lo mismo les sucede a los hijos de los hombres
que a las bestias: como mueren las unas, así mueren los otros, y todos tienen
un mismo aliento de vida. No es más el hombre que la bestia, porque todo es
vanidad.
20 Todo va a un mismo lugar; todo fue hecho del polvo,
y todo al polvo volverá.
21 ¿Quién sabe si el espíritu de los hijos de los
hombres sube a lo alto, y el espíritu del animal baja a lo hondo de la tierra?
22 Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque ésa es su recompensa; porque, ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de venir después de él? (Eclesiastés 3, 16-22).
(Eclesiastés 3, 16-22).
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