lunes, 5 de mayo de 2014

Si Cristo con nosotros… ¿quién contra nosotros? .


En la tarea de la dirección espiritual, nos encontramos con la realidad cotidiana del pecado..
Nuestro  compromiso  de luchar por la elevación espiritual y por el acercamiento a  Dios que nos ama y nos espera, no nos exime de las caida.
El papel de la dirección espiritual es el de enseñar como aprender a escuchar al Señor, a sentirlo acompañándonos en lo cotidiano y a no decaer pese a las múltiples miserias que tenemos y que nos desalientan, haciéndonos creer que no tenemos esperanza...
Para dejar un hábito es necesario construir un hábito nuevo primero, que ocupando el espacio que tenía el anterior, finalmente lo derrote. Esta es la línea de trabajo en la dirección espiritual. Es necesario afianzar las nuevas rutas que se van  generando y no quedarnos en los pecados. Porque si no, les damos sin querer más presencia y fuerza.
Somos pecadores, pero tenemos en nosotros el soplo del Espíritu que fue puesto en el ser humano en el momento de la creación y enviado  por Jesús despues de su partida terrenal. Realidad luminosa que recibimos al ser bautizados y hechos hijos de Dios, y que lleva las de ganar siempre , nos corresponde a nosotros ayudar y colaborar con nuestro esfuerzo ascético
moderado, según nuestro momento de desarrollo interior.
Cristo no nos abandona nunca… nuestros momentos de alejamiento de la gracia, no son lo decisivo .  Él esta ahi siempre con su perdón, con su comprensión y con la gracia de la reconciliación profunda que nos devuelve siempre la paz...
Si Cristo con nosotros… ¿quién contra nosotros? El bien triunfa, siempre y en todo lugar, antes o después. Pero uno ha de inclinar el corazón hacia el bien, solo eso basta.
Es posible que haya altibajos independientemente de toda otra consideración. Pero ello no debe ser motivo de alarma. Hay días en que vivo cada hora percibiendo a Dios en todo. Otros en que no. Sin embargo, es posible situarse en una “media” de mucha felicidad interior.
 Los altibajos son parte del camino. Vas en coche y de repente, se nubla, luego hay árboles, mas allá descampado, luego un río etc. No hay problema con eso. El tema es que uno no debe quedarse en el camino equivocado, cuando se encuentra una variación en el paisaje.
En el caso del vicio, es decir este pecado repetitivo que nos encadena hasta el punto de someternos de manera compulsiva, han de ponerse todos los medios para evitarlo, todas las ayudas posibles, pero importa mucho lo que se haga luego de esa conducta no querida.
Muchas veces, el triunfo del vicio se establece no tanto por la ejecución de cierto acto sino por el desánimo en que deja a la persona, que de tanto reprocharse queda inhabilitada para continuar su práctica espiritual.
El reproche, aún justificado, no deja de ser un acto ego centrado. Si al pecar fui egoísta o mezquino o me entregué a la esclavitud de las pasiones que alejan al alma de Dios, el desánimo posterior no hace sino fortalecer la posibilidad de pecar de nuevo.
Entre los escaladores que ascienden grandes alturas y en sitios peligrosos, es sabido que “ya al caer es preciso irse levantando”, ignorando del todo la posibilidad de permanecer -allí donde he caído- saben del riesgo que se corre por permanecer quieto y doliéndose en la herida.
Son formas de cada sendero. ¿Qué es más importante y prioritario; quitar las malas hierbas o plantar las flores y frutales?.

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