PERMANECER FIEL A LA
ORACIÓN.
“Aunque tengamos
dificultades para orar, debemos imitar a Daniel, del que está escrito: "
Entró en su casa. Las ventanas de su cuarto superior estaban orientadas hacia
Jerusalén,
y tres veces al día se ponía de rodillas orando y alabando a su
Dios, como había hecho siempre" (Dn 6, 11). A primera vista, sus
obligaciones para con el Estado parecían ocupar todo su tiempo. No obstante,
permanecía fiel a la oración diaria, dando así al César lo que es del César, ya
Dios lo que es de Dios (Mc 12 , 13-17). Objetará alguno:" ¿Para qué ese
riesgo? ¿no podía haber orado durante el
día en el interior de su corazón, y de noche, si quería, dedicarse a la oración
en el secreto de su casa ? “Yo contesto: Podría haberlo hecho, pero no quiso.
Si hubiera procedido así, ministros y sátrapas del Estado pudieran haber dicho
con razón: "¿Cómo? ¿Teme a su Dios pero al mismo tiempo también al rey,
pues acata sus órdenes? " ¡Eso hubiera sido hipocresía y no sincera fe de
un creyente! . Así demostró Daniel que temía más a Dios que a los hombres, y
fue valiente ante la muerte, y un ángel le salvó en la fosa de los leones. Si,
por el contrario, se hubiese sometido servilmente durante los treinta días al
decreto real, no hubiera demostrado
fidelidad a Dios según aquello que sostiene
que nadie puede servir a dos señores. Ésa fue siempre la artimaña del demonio :
persiguió, atormentó a los Santos, para que no
pudiesen elevar a Dios sus manos
limpias. Él sabe muy bien que la oración de los Santos trae al mundo
paz, y al malvado la ira de Dios. Así ocurrió cierta vez en el desierto: Cuando
Moisés alzaba las manos, vencía Israel; más si las bajaba un poco, vencía
Amalee. Es lo que al presente sucede entre nosotros: siempre que aflojamos en
el fervor de nuestra oración, vence el adversario; pero cuando permanecemos con
valentía, fieles a ella, el poder y la fuerza de los perseguidores se reducen a
nada”. (San Hipólito (170-236).
(Comentario al Libro de Daniel, a. 222)).
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