" ¡Oh vida, vida!, ¿cómo puedes sustentarte estando ausente de tu
Vida? En tanta soledad, ¿en qué te empleas? ¿Qué haces, pues todas tus obras
son imperfectas y faltas? ¿Qué te consuela, oh ánima mía, en este tempestuoso
mar? Lástima tengo de mí y mayor del tiempo que no viví lastimada. ¡Oh Señor,
que vuestros caminos son suaves! Mas ¿quién caminará sin temor? Temo de estar
sin serviros, y cuando os voy a servir no hallo cosa que me satisfaga para
pagar algo de lo que debo. Parece que me querría emplear toda en esto, y cuando
bien considero mi miseria veo que no puedo hacer nada que sea bueno, si no me
lo dais Vos.
¡Oh Dios mío y misericordia mía!, ¿qué haré para que no deshaga yo las
grandezas que Vos hacéis conmigo? Vuestras obras son santas, son justas, son de
inestimable valor y con gran sabiduría, pues la misma sois Vos, Señor. Si en
ella se ocupa mi entendimiento, quéjase la voluntad,
porque querría que nadie la estorbase a amaros, pues no puede el entendimiento
en tan grandes grandezas alcanzar quién es su Dios, y deséale gozar y no ve
cómo, puesta en cárcel tan penosa como esta mortalidad. Todo la estorba, aunque
primero fue ayudada en la consideración de vuestras grandezas, adonde se hallan
mejor las innumerables bajezas mías".
(Santa Teresa de Jesús. . Las
exclamaciones del alma a Dios, c.1, v 1-2)
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