sábado, 24 de diciembre de 2016

Comentario a las lecturas de la Solemnidad de la Natividad del Señor. Misa del dia. 25 de diciembre 2016.

Caminar desde Cristo.: Comentario a las lecturas de la Solemnidad de la N...: Comentario a las lecturas La Natividad del Señor   Misa del Día   25 de diciembre 2016.


En este día de Navidad celebramos un hecho histórico y cargado de muchos sentimientos y contenido: ¡Dios nos hace partícipes de su naturaleza divina!. Sin vivir en el cielo, ya desde ahora, podemos besar, adorar, embelesarnos y tocar la humanidad de Dios y, por lo tanto, también su divinidad. En la Navidad celebramos que Dios, se aproxima tanto, que derrumba fronteras, abaja orgullos y recompone este mundo nuestro. Otra cosa, muy distinta, el que ese mundo esté dispuesto a reconstruirse o quedarse en el “todo va bien”.
Hoy expresamos nuestra comunión y amistad con Jesús. Y, al entrar en contacto con El sentimos que Dios forma parte de nuestra historia, no nos abandona, comparte nuestra condición nos hace dioses. ¿Misterio? ¿Imposible de comprender y abarcar todo esto? Hoy, la fe, entra por la vista, por el gusto, por el oído, por el tacto y hasta por el olfato. ¡Has venido, Señor, y nos basta!
Hemos venido, como los pastores, derechos a Belén. ¿Y qué hemos descubierto? Ni más ni menos el gigantesco y colosal amor que Dios nos tiene. Dios se ha hecho fiador. Dios rompe moldes. Dios deja su comodidad y en Belén se nos da. Y lo hace por amor.
¡Dios nos ama! Y, esa afirmación, no es poesía, no es frase que se escribe tímidamente en una pared. Significa mucho más: ¡Dios se compromete con nuestra causa! ¡Dios viene a salvarnos! ¿Cómo? Lo hace metiéndose en nuestra piel.
La Navidad no es un disfraz con el que, Dios, llega a la humanidad para hacerse el simpático. La Navidad, el Nacimiento de Jesús, es la apuesta más arriesgada de un Dios (Omnipotente y Excelso) que desciende al encuentro y al rescate de la humanidad.
La Navidad es el momento en el que conmemoramos los cristianos el hecho inaudito y asombroso: la encarnación de Dios en el hombre Jesús de Nazaret. Cristo no vino, ni principal, ni preferentemente, para echarnos en cara nuestra equivocación y nuestro pecado, sino para mostrarnos con su vida, muerte y resurrección el único y verdadero camino que puede reconducirnos hacia nuestro Padre Dios.

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